
Rosario Castellanos (1925 – 1974), una de las más destacadas literatas de México escribió El eterno femenino, una obra de teatro en la que Lupita, el personaje, vive una serie de peripecias en un salón de belleza que posee un detalle increíble: los secadores de pelo tienen un dispositivo que inducen a soñar mientras secan el cabello de las usuarias. Se trata de una obra en la que la autora muestra una sociedad mexicana androcéntrica a lo largo de su historia, donde aparecen personajes tan importantes y variados como Sor Juana Inés de la Cruz o la Malinche en clave de parodia, mostrando la sociedad y la historia desde una perspectiva feminista.
Estructurada en tres actos donde se mezclan lo onírico con lo “real”, tomando como hilo conductor la historia de Lupita, quien ha asistido al salón de belleza, pues requiere un peinado para su boda, la obra es una ocasión para que la autora pueda transmitir las ideas que le interesan. Hay quienes consideran al Eterno femenino como un ensayo dramatizado, una muestra de género híbrido. Es, en todo caso, una obra muy creativa y movilizadora, donde el humor, tan caro a la concepción escritural de su autora, campea con donaire e ironía.
Es curioso, sin embargo, el hecho de que Castellanos llegó a la escritura dramática sin proponérselo. Raúl Ortiz lo narra así: En el otoño de 1970, cuando su agitada existencia transcurría entre la crítica, la cátedra universitaria, las conferencias y el ‘arduo aprendizaje de ser madre’ recibió un llamado telefónico de la actriz Emma Teresa Armendáriz y su esposo, el director teatral Rafael López Miarnau. Ambos habían seguido con regularidad la producción periodística de la escritora y creyeron descubrir en sus artículos semanales un trasfondo ideológico, una vena humorística y un lenguaje que se antojaban más idóneos para las tablas que para las líneas ágata.
‘Segregando adrenalina como perro de Pávlov’ (según ella misma lo afirmaba, sufría esta reacción cada vez que palpaba la menor manifestación de afecto), Rosario Castellanos aceptó asistir con los López Miarnau a una serie de entrevistas en las cuales habrían de discutir sobre una posible obra teatral que planteara los problemas de ser mujer en un mundo condicionado por varones. Y si bien al principio no aceptó el encargo que le proponían sus nuevos amigos por considerarse incapaz de cumplirlo, prometió proporcionarles toda la información en torno al tema, siempre y cuando fuera otro el que diera la forma dramática.” (…) Las reuniones se realizaron durante varios meses. “En las tertulias la poetisa departía con gente de teatro y sólo dejó de asistir a ellas al marcharse a Israel para desempeñar el cargo de embajadora de México. Pero en las charlas que precedieron su partida, mientras analizaba los problemas de la mujer y prodigaba con pleno conocimiento de causa los datos que poseía, en su ánimo había surgido el secreto anhelo de dominar el lenguaje dramático como medio de expresión.” Castellanos terminaría la obra en Tel Aviv en abril de 1971.
Como muestra del talante de la escritura de Rosario Castellanos, publicamos la presentación de los personajes que figura al inicio de El eterno femenino:
Personajes
Los que aparezcan. Pero serán suficientes diez actores –siete mujeres y tres hombres– siempre y cuando sean versátiles y comprendan que se trata de un texto no de caracteres sino de situaciones.
Esto quiere decir que los protagonistas han de definirse por las acciones (que, a veces, serán únicas), por las palabras (que no serán muy abundantes) y, fundamentalmente, por su vestuario y por el ambiente en que se mueven.
La resolución de este problema recae sobre el encargado de la decoración. No tratará, en ningún momento, de ser realista, sino de captar la escencia, el rasgo definitivo de una persona, de una moda, de una época. Es aconsejable la exageración, de la misma manera que la usan los caricaturistas, a quienes les bastan unas cuantas líneas para que el público identifique a los modelos en los que se inspiraron sus figuras.
El texto, como se avisa desde el principio, es el de una farsa que, en ciertos momentos, se enternece, se intelectualiza o, por el contrario, se torna grotesca. El equilibrio de estos elementos, el mantenimiento de un tono general y, sobre todo, el ritmo en el desarrollo de la trama, ha de lograrlos el director.
Y yo agradecería que el equipo entero de trabajo no olvidara la frase de Cortázar que bien podía haberme servido de epígrafe y que afirma que la risa ha cavado siempre más túneles que las lágrimas.
Gracias por el envio y felicitaciones, se puede hacer circular…?.
Un abrazo.
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Gracias por tu visita… y gracias por ayudarnos a difundir
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