José Antonio Terán C.
Son y serán incontables las voces de encomio por el impagable aporte de El Duende a la cultura del país; las frases de gratitud por el refugio que brinda al arte y el pensamiento relegados por la mediocridad ambiente; las palabras de maravillado asombro por haber sobrevivido a las 700 apariciones. Espero no perturbar estos momentos celebratorios con un poema de recuerdo y homenaje a uno de los fundadores de este querido y respetado suplemento cultural.
Mi hermano Alberto Guerra
no quiso averiguar más vidas
en las oscuras voces de la coca
estaba descubriendo muchas muertes
de los seres que amaba
prefirió que los años tejieran
los abrazos unánimes
de una fraterna ancianidad
quizá fueran mentira los anuncios
de la hoja sagrada
quizá el yatiri que habitaba su cuerpo
sólo inventaba los temores del poeta
nunca se había preguntado
por qué no inquirió por su propio destino
como si estuviera seguro de vivir para siempre
pero un día de sol primaveral
cayó de bruces a puertas de su casa
sin ese día aciago estaría mirando
con espanto creciente
cómo se cumplen sus visiones
una tras otra