
Patricia Urquieta
Feliz del artista que mora entre lo suyo. Confundido en medio de la cantidad de materiales que posee. Gonzalo Cardozo habita junto a su familia un taller-hogar (o tal vez un hogar-taller), difícil distinguir la funcionalidad creativa de su obra. Allí, cuando uno cree estar cerca de saber a ciencia cierta ante qué tipo de pieza se encuentra, surge la realidad: el pedestal que soporta una escultura de piedra, no es otra cosa que el radiador de un camión en desuso; asimismo, uno admira lo que parece una obra de arte consumado, y se trata de sumideros domésticos.
De padre carpintero, Gonzalo es su sucesor no solo por su acercamiento al trabajo manual, sino también de la rectitud en obra y espíritu que caracterizaba a su progenitor. Junto a su equipo de trabajo, a quienes Gonzalo llama “mis mujeres”, su esposa María y sus cuatro hijas trabajan puliendo la piedra y moldeando la arcilla. En este entorno, para muchos envidiable, este artista-escultor de obra diversa labora inspirado en ideas y conceptos. Refiriéndose a su obra, dice que algunos de sus trabajos tuvieron una plasmación azarosa. Así, empezando a ser árboles, por un accidente casual terminaron siendo piezas totalmente distintas; difícil dejar de reír cuando explica que el toro que pende de una pared, fue originalmente un árbol, al que la caída de una piedra orientó en otro destino escultórico. Y entonces, ¿esta escultura de árboles?, le pregunto. “Uno de los trabajos más visitados… –responde– más que una obsesión ecológica, tiene que ver con un arbolito de la escuela al que nadie quería ayudarme a subir”.
Gonzalo, ¿cuál es tu origen? “De Oruro, esa es la magia”, sigue. Queremos saber más sobre la obra, pero interrogar mucho es como dejar de acceder al misterio de la creación. Sin embargo, él habla, explica que no es que sea un artista aún no definido en su trabajo diverso, sino que simplemente es un artista múltiple. “No se puede trabajar muchas horas en la piedra, es muy duro hacerlo”, entonces vuelve a la cerámica, o a la fundición del metal, o a la carpintería, o va en busca de la recolección de la chatarra que bien parece ser su materia prima. Y cómo no entender su pasión de artista cuando él cuenta que fue pintor desde el bachillerato, también músico y cantor de coros. A esta diversidad que lo distingue, se suma la de cultor de amistades, entre ellas la de los artistas Walter Solón Romero, Ricardo Pérez Alcalá y muchos otros.
Sirva esta nota para comprender –de una manera más cotidiana– la sensibilidad y el entorno en el que se desarrolla Gonzalo Cardozo Alcalá. Esta cueva del escultor que aparenta la de un quirquincho.
(Texto publicado en El Faro -primer nombre de El Duende– el 16/01/1994, recuperado ahora como una muestra de la valoración de larga data de la que era objeto el arte de Gonzalo)