Sobre la muerte y el recuerdo

Billy G. Blacutt Vásquez

Hay almas que encarnan en cuerpos para transitar esta pasajera vida, hay cuerpos que trascienden en versos y en melodías para proyectarse en la eternidad, en este eterno juego de las existencias, es sin duda un maravilloso consuelo el saber que no todo es tan limitado como el mundo nos quiere hacer creer, que existen caminos alternativos para la espiritualidad como son el arte y mas específicamente la música, que es posiblemente otra forma de “ser”

Javier fue alguien que comprendió aquello, que desgranaba en cada nota que extraía de su instrumento ese elixir mágico que hace que los sentimientos dominen temporalmente la existencia, ese astral que se hace carne y nos despedaza el corazón, ese “no se qué” que le da sentido a nuestra memoria.

La noticia de su partida, trajo a mi mente y a mi corazón sentimientos difusos, recuerdos de hace 30 años atrás, de ese tiempo en que las prioridades en mi vida eran otras y mi manera de entender el mundo era mas simple, mas sincera, menos dolorosa que ahora.

Busqué en uno de esos baúles que los nostálgicos siempre tenemos, las grabaciones de las presentaciones que tuvimos juntos, ahí entre las fotos viejas, encontré los rostros de quienes me enseñaron tanto, las sonrisas de mis amigos olvidados, de algo que fue y no quiso volver.

Khonlaya … “Raza de trueno” melodías que invocan a la naturaleza que se proyecta en todo su esplendor, vientos místicos de cordillera, bombos locos, pampa, soledad y abandono que florece en lagos de acero y en el corazón de los hombres montaña, revancha del astro rey, andar sobre el camino, altura y profundidad del autoexilio del alma.

“La música es magia… Es lo único que el hombre tiene para poder cambiar su interior y su entorno, es la única forma de unirse con el todo y con todos” me dijo una vez mientras se preparaba para grabar algunas ideas que tenia…. Le dio una profunda aspirada a su pipa, encendió la vieja “Marantz” se colgó la guitarra y comenzó el ritual de invocación, creando circuitos armónicos en la guitarra y silbando y tarareando mientras se movía de un lado a otro de la habitación, yo lo miraba y disfrutaba este proceso de éxtasis musical, la canción iba tomando forma, se volvía coherente, comenzaba a tratar de imaginarme qué pasaba por su cabeza en esos instantes de lúcido extravió.

¿Como empezó todo? Corría el año 1988 yo era un jovenzuelo ávido por descubrir la vida y en compañía de varios compañeros de curso de colegio nos iniciábamos en la magna locura de la música, de apreciarla e intentar interpretarla, de tratar de plasmar nuestras primeras impresiones del mundo en composiciones tan inocentes y ridículas que hoy río mucho cuando las escucho.

Como miembros de esa cuasi elite bohemia solíamos frecuentar el crisol de la nueva cultura Orureña: “Galería Imagen” disfrutábamos de ir a escuchar poesía, y compartir escenario con otros músicos que al igual que nosotros buscaban “su sonido” su propia forma de expresarse.

Fue ahí donde nuestro querido Rolo Barrientos una noche de esas interminables extrajo de una caja algunos discos de vinilo, y ahí entre el Artaud de Spinetta y el Dark Side of the Moon nos presento un disco, su titulo “Expreso” del grupo Khonlaya, el instante en que escuche por primera vez “El Encuentro” mi cabeza sufrió una especie de golpe, una taquicardia prematura un “desnuque” un reset total, esa expresividad con instrumentos folklóricos como la quena y la zampona creaban un sonido único, tan diferente a los melosos lamentos de los Kjarkas y otros que campeaban en el ámbito del folklore nacional en esa época y que se marcaban como estereotipos inamovibles de ese genero.

El gusto por ese sonido se acrecentó cuando supimos que el grupo fue formado en Oruro por orureños y que Khonlaya significa en puquina, el idioma del pueblo Uru “Raza de trueno” inmediatamente me sedujo esa mística y coherencia. Sus canciones formaron, a partir de ese instante, parte del arsenal indispensable de las guitarreadas y los ensayos, las aprendimos de memoria y fueron parte de nuestra más pura esencia musical, de nuestras más profundas raíces.

Pasaron un par de años y un día un amigo me llama para avisarme que Khonlaya se iba a presentar en Oruro en dos de semanas y que nuestro amigo en común el quenista Iván Quintana estaba tocando con ellos.

Llegó el día de la presentación y ahí nos encontrábamos en primera fila, toda una generación desesperada por escuchar en vivo esas melodías que habían sido los cimientos de nuestra identidad musical, el show fue increíble y en el intermedio mientras mi amigo “Reptilio” y yo fuimos a conseguir un autógrafo y tal vez tomar un trago con los miembros del grupo, nuestro amigo en común Iván a momento de presentarme a Javier Melgarejo, le dice, “Este chango canta bien las canciones” y Javier sin titubear me dice que su vocalista de entonces, que era otro amigo, Ovidio Salvatierra, no había podido llegar y que si no me animaba a cantar con ellos, recuerdo que esa noche cantamos Ilusión Herida y Pero No. El sueño que había tenido tantas veces se cumplió.

Pasaron varios meses y en enero de 1994 recibí la llamada de Javier, quien me dice que estaba volviendo a armar Khonlaya que después de algunas desavenencias de los músicos había quedado fragmentada, y que iniciaríamos los ensayos esa semana en Oruro, además de solicitarme pueda buscar un bajista para el grupo, fue así que mi amigo Cesar Tovar y yo nos presentamos en el parque del Magdalena Postel con nuestros instrumentos en una soleada tarde de enero. Ahí nos reunimos con Javier Melgarejo (charango), Ramiro “Oso” Camacho (vientos y teclados), Iván Quintana (quena). René “Pitín” Sejas (batería) Cesar Tovar (bajo) y yo con la guitarra y la primera voz; luego llegarían los refuerzos de La Paz Carlos Ponce (zampoña) y su hermano Hernán Ponce (percusión). Así quedo conformada esa etapa de la legendaria banda, la cual sería mi familia durante un par de años. Los ensayos fueron extenuantes, con mucha disciplina y ahí comenzó a surgir, entre Javier y yo, una amistad especial. Sus consejos sobre solfeo, la forma en que él quería que cantase sus canciones… Él era un magnifico guitarrista y me dio mis primeras clases de armonía en ese instrumento que yo solamente aporreaba hasta ese entonces. Su paciencia me dio mis primeros atisbos de la “vida de músico” y en largas charlas pude aprender mucho de la “vida real”, de lo que el mundo quiere de nosotros y de lo mágico de desprogramarse y encontrar en la música ese sacacorchos cerebral que nos libera de la formalidad de la existencia domesticada.

Paseamos los escenarios de toda Bolivia intercambiando trabajo con grandes músicos como Einar Guillén y Marcus Fuzz, ese fue mi bautizo de fuego en los escenarios y la consumación del pacto con la música que hasta ahora es parte fundamental de mi existir. Javier siempre decía que nada es eterno y que las cosas no deben durar mucho tiempo, que solo así se garantiza que valdrá la pena recordarlas. Noches interminables de música, bohemia y locura que siempre terminaban en el “Ave Sol” o en alguna plaza, esa esquizo-sonia, plagada de excesos, esa necesidad de hacer música y crear en defensa propia, el chaki eterno de los que saltan escaques y juegan a la ruleta rusa con el diablo, eso era Javier Melgarejo, así lo conocí yo, así lo recuerdo al músico, al compositor, pero fundamentalmente al amigo y cómplice de un sin fin de aventuras, de ese “irse en LA”, de la indisciplina cotidiana de la libertad-libertinaje, la coherencia entre su pensar, sentir y actuar. Buena o mala, fue su forma de decirle a la vida que estaba presente y que no pasaría por ella sin dejar huella.

Estas líneas son solo un cumulo de sentires y memorias que ahora (siempre tarde como es costumbre), retornan a abrigar ese pedazo de mi ser que se quedó desnudo y abandonado en algún rincón del tiempo pasado. El recuerdo del tiempo que compartimos querido Javier está presente nuevamente aquí en ese rincón del espíritu que es la Patria de la “Raza de Trueno”. Sea para ti el más dulce “hasta pronto mi hermano” ahora que eres viento, ahora que eres cordillera y Cóndor, pampa y soledad, ahora que eres lago y mar, ahora que eres esencia, ahora que volviste a lo que realmente siempre fuiste… Música, el regalo de los dioses para las almas que en conciencia evolucionan. Te abrazo en la eternidad.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: