Desde La Central de Madrid, una librería de Valladolid y Falso Afán delivery: top de lecturas internacionales 2022

«Este año que termina, viajeros, amigos, amigos de amigos (y algo más), me ayudaron a leer algunas de las mejores novedades narrativas del ámbito hispano, apenas semanas después de su lanzamiento», cuenta nuestro colaborador, Martín Zelaya, que lanza un top personal -y por tanto referencial- de narrativa internacional en 2022.

Martín Zelaya Sánchez

No son, ni mucho menos, “los” libros del año. Son “mis” libros del año. De los que vienen más allá de nuestras fronteras. Son una muestra, un top de lecturas, resultado de búsquedas, reseñas, recomendaciones, expectativas y, sobre todo, del ojo bien entrenado (creo) tras años y años de perseguir libros y desarrollar una suerte de intuición que, a estas alturas, sale casi siempre indemne.

A inicios de septiembre se lanzó el tercer volumen de la trilogía Cegador del genial escritor rumano Mircea Cărtărescu. A fines de septiembre, el amigo de un gran amigo compró un ejemplar en una librería de Valladolid. A inicios de octubre tomó un vuelo a Viru Viru, luego a La Paz. Al finalizar el primer mes de la templada primavera paceña, el libro ya estaba leído, disfrutado y anotado.

Apenas iniciado este diciembre, el ex de mi actual (¡vaya el álgebra de la vida moderna!) llegó con una bolsa de librería La Central de Madrid, conteniendo una joyita sui generis de Marta D. Riezu: Agua y jabón, de esos libros híbridos, hasta alucinados, pero con un tremendo buen gusto. Además, una novela hiper recomendada en Twitter y suplementos literarios: Yo maté a un perro en Rumanía (así con acento, aunque persisto en escribir y pronunciar Rumania).

Unos días después, también en este último mes de 2022, mi amiga Wara Godoy de Falso Afán (notable emprendimiento de delivery de libros desde Argentina), me entregó El polaco, nueva novela del Nobel sudafricano J. M. Coetzee que decidió dar un golpe sobre la mesa y en una más que simbólica actitud, publicó en julio –en primicia con El hilo de Ariadna– la versión en español de su libro. Luego recién saldrá la “original” que escribió en inglés. “Es una forma de protestar contra la hegemonía e imposición global del inglés”, dijo. Angloparlantes, esta vez a esperar.

Pero antes, en agosto, durante la Feria del Libro de La Paz, hallé un libro de fines de 2021: Furia, de Clyo Mendoza, que no me resisto a dejar de lado, ya que finalmente fue también una lectura de este 2022 que termina.

El ala derecha (Impedimenta, 2022)
Mircea Cărtărescu

Finalmente tras cuatro años de espera, pude completar la trilogía de 1.493 páginas, un universo alucinado y, en sus mejores momentos, estremecedor.

En Cegador: El ala izquierda (2018), El cuerpo (2020) y El ala derecha (2022), Cărtărescu sostiene el relato a partir de tres ejes: la descripción, narrador mediante, de una ciudad y sociedad mecanizadas y casi artificialmente detenidas (comunismo); los sueños y alucinaciones (pasadizos subterráneos, sobrevuelos por la urbe, visitas a otros mundos y dimensiones…) de Mircea (personaje-narrador-alter ego); y el planteamiento de una filosofía –una ética-estética, más bien– que visualiza al cuerpo como un todo en dualidad, una única verdad en tránsito perpetuo, en un ciclo eterno de vida-muerte, bueno-malo, evidente-oculto.

En el tomo final, Mircea sigue contando (y escribiendo y descubriendo, a la vez) su vida, ya en la adultez, treintañero, a fines de los 80, cuando Ceaucescu está a punto de caer. Y siguen, claro, los viajes, alucinaciones, reminiscencias y regresos al pasado/futuro.

Hay vidas y muertes, historias y sueños, infiernos y paraísos. Hay universos detrás de las paredes, en los sótanos y cañerías; en las arrugas, tatuajes y venas de la gente; en los cuadros y manuscritos. Cărtărescu lleva a los límites su idea de multiplicidad e infinitud; la prosopopeya total; la certeza de que sueños, ilusiones y delirios no son más que pasajes a las dimensiones, en lo normal, veladas y vedadas.

En el final de la primera parte del volumen final de su trilogía, Cărtărescu lo dice todo. Se cuenta, se destapa. Da las claves de su escritura, de su pensamiento, de su personaje, de su microcosmos. Y de sí mismo –creemos– en buena medida.

«Ya no sé cuándo vivo y cuándo escribo. Cuando camino por la calle, me doy cuenta de repente de que estoy en una calle inexistente del Bucarest real, que es la calle descrita por mí un día antes en este libro ilegible (…) Me miro a los ojos durante un tiempo infinito, cruzando tantas veces el espejo que veo también desde el otro lado, de tal manera que no sé en qué parte del cristal ensuciado por las moscas y el polvo me he detenido. Me invade un llanto histérico, inconsolable. Me abruma de repente la infelicidad sin límites de mi vida. Me quedaría aquí, en esta habitación, escribiendo mi libro, hasta el final, traspasándole toda la savia de mi cuerpo, trazando las letras con hiel y linfa y esperma y sangre y orina y lágrimas y escupitajos hasta quedarme esquelético, lívido y arrugado como una araña seca, muerta de hambre en su deshilachada telaraña. Así me encontrarían algún día, con la cabeza derrumbada sobre el manuscrito amarilleado, transformado en un montón de polvo desmenuzado…». (166-167)

El polaco (El hilo de Ariadna, 2022)
J. M. Coetzee

Coetzee decidió transgredir todo. La dinámica del mercado del libro cada vez más hegemónico y vertical, como dijimos ya, y también su nueva trama, en la que da una vuelta astuta a la prototípica historia de Dante y Beatriz.

Una mujer al filo de los 50 acepta, inesperadamente, tener una aventura con un pianista polaco setentón que se enamoró de ella en una cena. Sin dejar el guiño a Dante, el sudafricano desarrolla una historia enfocada en los soliloquios y devaneos –aunque sobre todo, deliberaciones– de la mujer (de la Beatriz, ya no del Dante) que durante toda la breve novela no alcanza a salir del estupor ni mucho menos a explicarse por qué aceptó algo que no quiso, ni provocó ni deseo…aparentemente.

«Entre un hombre y una mujer, entre los dos polos, o bien la electricidad hace un chisporroteo, o no lo hace. Así ha sido desde el comienzo de los tiempos. Un hombre y una mujer, no solo un hombre, una mujer. Sin el y no hay conjunción. Entre ella y el polaco no hay un y«. (50-51)

¿La compasión como desencadenante de un affaire? ¿El ego de sentirse deseada puede más que los reparos morales? ¿Confrontado en una situación límite, uno es capaz de ir mucho más allá de lo que a priori piensa? ¿Complacer a alguien en inferioridad (un anciano enamorado-no correspondido) es en el fondo satisfactorio? Estas son algunas de las interrogantes en torno a las que reflexiona Coetzee en una novela ligera pero no por ello menor (aunque un poco lejos de sus libros cumbre).

«¿Por qué está con él? ¿Por qué lo ha traído hasta aquí? ¿Qué es lo que le resulta grato de él, si es que algo le resulta grato? Hay una respuesta: que él disfrute de estar con ella de una forma tan transparente. Cuando ella entra en una habitación la expresión de él, por lo general tan adusta, se ilumina. En la mirada que la baña hay una porción de deseo masculino, pero a fin de cuentas es una mirada de admiración, de deslumbramiento, como si él no pudiera creer en su propia suerte. A ella le da placer ofrecerse a esa mirada». (81-82)

Yo maté a un perro en Rumanía (Almadía, 2022)
Claudia Ulloa Donoso

Sumida en la depresión y la desidia, una latina profesora de idiomas en Noruega decide salir de su encierro (baja médica a plan de Clonazepam) y acepta acompañar a su amigo exalumno que debe resolver unos asuntos en su Rumania natal.

En una larga y rocambolesca aventura (visos de road movie y crónica etnoantropológica de la aún provinciana Rumania) atraviesa por fases de paz, resurgimiento, miedo y rabia… y, finalmente, en medio de la burbuja de la extranjería y los barbitúricos, su cuerpo y mente reaccionan con la mudez intempestiva que, no obstante, no le impiden percibir y hacerse entender incluso mejor que antes.

Cuando lo racional y cognitivo no pueden más, despiertan los más primitivos instintos, las capacidades atávicas subconscientes, desconocidas.

Es una novela de cierre y cambio de ciclo. O simplemente de cierre y punto final, como lo percibe ella ya al inicio, al decidir lanzarse en la incierta aventura.

«Tuve la impresión de que me estaba preparando para morir y me envolvió una certeza. Una especie de satisfacción extraña, casi festiva, pero a la vez gris y silenciosa, sin serpentina ni aspavientos, como la tranquilidad que llega al haber culminado algo propio y conocido, algo tedioso como un trabajo de años, un ritual de paso, el cese de labor, poner un punto, un apagar la luz y cerrar.

Quería desaparecer». (36)

Y si hay tanto de instinto y animalidad (lo del perro y la historia del amigo rumano quedan pendiente para la lectura propia), hay, también mucho de muerte.

«Caminamos entre las tumbas y Ovidiu me fue contando sobre sus muertos. Su relato me produjo un llanto limpio y largo que no me debilitó sino todo lo contrario, mi cuerpo cobraba una rigidez de piedra y mis lágrimas se agitaban como el torrente de un río que me nacía en el pecho». (275)

Agua y jabón (Anagrama, 2022)
Marta D. Riezu

De cómo antes de matar a Gadafi, los soldados estadounidenses descubrieron que en su refugio tenía un ejemplar de la estupenda revista How to spend it del Financial Times; de lo poco que se aprecia como la verdadera obra de arte (sociología infantil inigualable) que es al universo de Charlie Brown y Snoopy de Schulz; del “eslabón” como mejor método para hallar lecturas a la altura: leer entrevistas y textos en las que tus autores favoritos hablen sobre sus autores y libros favoritos… pero también de moda, de protocolo, de actitud ante la vida, de dandis y anacoretas; excéntricos y desfachatados; de obsesiones, filias y fobias…

La periodista catalana presenta un collage delicioso de fragmentos: reflexiones, apuntes, confesiones, emociones, deseos, esperanzas, frustraciones. Un dietario ampliado, una perfecta lectura de a ratos, de a saltos… una beta de citas, glosas y subrayados.

«Quien bien nos quiere se fija en lo que nos gusta, pero quien nos parecía de verdad memoriza lo que detestamos. Para ahorrárnoslo, sobre todo; pero también para esgrimirlo en un momento tenso y hacernos reír». (21)

«Camp era una palabra secreta de los gays, los heteros no la entendían. Se usaba para un producto tan malo que se convertía en bueno sin que ni siquiera su autor lo supiera. No se puede crear algo camp a propósito. Surge de algo inocente que intenta ser dignísimo, pero que sale rematadamente mal». (38)

[Bonus track]

Furia (Sigilo, 2021)
Clyo Mendoza

Juan y Lázaro, soldados, amantes, no saben que son hermanos. Son hijos de Vicente, el vendedor de hilos.

Juan es hijo de Cástula, una negra indigente y alcohólica que buscó a toda costa concebir de Vicente para vengarse de Sara, la mamá de Lázaro, que la echó de su lado.

Muchos años después, Salvador y María no pueden librarse de su amor que agoniza sin terminar de morir. Salvador también es hijo de Vicente. María, de un hombre que enloqueció.

La propuesta narrativa de Clyo Mendoza es de tal magnitud que, a la hora de plantearme una síntesis de Furia (Sigilo, 2021), su primera novela, apenas se me ocurren estas tres breves descripciones. Pero viéndolo bien, es suficiente. Hay libros que no se pueden contar o resumir, pero que llaman a leer y releer y recomendar a rabiar. Este es uno de ellos.

Dialogando con las tres frases referidas, tres conceptos traspasan estas páginas: transgresión, corporeidad y violencia.

«Tengo un mal presentimiento. Tengo la sensación de que Dios nos mira, ¿no te lo has preguntado, Juan? Quizás sea verdad que estamos pecando y que lo que sigue después de esta guerra es otra peor. Estoy cansado de matar, el sabor de la carne me da asco. Siento que la carne sabe al miedo de los animales que cazamos, pensó Lázaro sin dejar de mirarlo». (23) [Transgresión].

Hombres y mujeres espectrales, pero carnales a la vez. En un México casi irreal y onírico, pero tan pedestre a la vez. Un microcosmos donde el desierto, el calor, el vapor nublan mentes, memorias y lo hacen posible todo.

«¿Quién querría poner en el mundo un embrujo de este tipo? Dejarle a uno el cuerpo, pero sin sus posibilidades. Un cuerpo sin posibilidades, pero con toda la memoria de haberlas tenido. Toda la sensación de la antigua potencia perdida en un cuerpo que uno no se explica». (117) [Corporeidad].

Con esta impactante novela, Mendoza configura su propio “realismo mágico” del siglo XXI. Lacónico, salvaje y de destinos y signos terrenales. Con un aire rulfiano innegable, pero con una impronta original a toda prueba.

«Para vivir esa vida era necesario parecer una leyenda, practicar el gesto del mal, ejercer un poco de misterio. No era difícil: el duelo de ser quien era, un duelo todavía más pesado que la ya lejana pero punzante pérdida de Lázaro, solo era posible de llevar con un infinito enojo. El fuego de la ira era su combustible, eso atravesaba su piel, sus huesos y se hacía evidente». (171) [Violencia].

* Nota final: en la bolsita de librería La Central de Madrid, también venía ¡por supuesto! El pasajero / Stella Maris, la novela doble de Cormac McCarthy lanzada por Random House el 10 de noviembre. Me guardé las ansias para leerla en mis pocos días libres que arrancan, precisamente en este momento, tras poner este punto final.

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