Poemas de Omar Lara

Omar Lara (Nohualhue, Teodoro Schmidt, 9 de junio de 1941-Concepción, 2 de julio de 2021). Ha publicado los libros de poesía: Argumento del día (1964), Los enemigos (1967),  Los buenos días  (1972), Serpientes (1974), Oh, buenas maneras (1975), Crónicas del Reyno de Chile (1976), El viajero imperfecto / Calatorul neimplimit, antología bilingüe español/rumano (1979), Islas flotantes (1980), Fugar con juego – antología (1984), Serpientes, habitantes y otros bichos. 1973-1974 (1987), Memoria – antología personal 1960-1984 (1987), Cuaderno de Soyda (1991), Fuego de mayo (1997), Jugada maestra (1998), Vida probable – antología (1999), Bienvenidas calles del Perú – antología (2001), Voces de Portocaliu (2003), Delta (2006), La nueva frontera (2007), Papeles de Harek Ayun (2007),  I giorni del poeta (2007), Foto&Grafia (2009), Vida, toma mi mano (2009), La tierra prometida (2009), Argumentos del día – antología personal 1973-2005 (2009), Prohibido asomarse al interior – antología (2009), Mirar la ciudad (2011), Nohualhue (2012), Cuerpo final (2013), Nohualhue. Ida & Vuelta. Poesía 1964-2016 (2017), Los muertos pasean desnudos, antología (2020) y En el corazón de las cosas – Antología poética (2020).

Miro esta tarde que perdí

Miro esta tarde que perdí
esta tarde limpia y brillante
no estoy en ella sin embargo.
Es que de pronto me llegó
su soplo antiguo, delirante.
Me vi corriendo sobre el pasto
entre las margaritas de Imperial
bajo álamos y eucaliptos.
Miro esta tarde que perdí,
robábamos frutas en las quintas
apedreábamos el aire
nos revolcábamos en el trigo.
Y era en tardes como ésta.

Gastadas y estropeadas

Cuando posas tu mano
en mis cabellos
y palpas mi transpiración bajo el pelo
durísimo
yo te doy las gracias en silencio
por tu dulce ferocidad.
Cuando entierro mis dientes en la realidad
y los saco sucios de barro y veneno
cuando me empujan hacia la sola
temible oscuridad
cuando desconozco a mis hijos
y debo recorrerlos uno a uno
ciego
tú me lanzas tu mano como un relámpago
o un salvavidas
y a ella me aferro
y la fiebre declina
y duermo al fin
y vuelven a ordenarse las figurillas
gastadas y estropeadas.

Asedio

Mira donde pones el ojo
cazador
lo que ahora no ves
ya nunca más existirá
lo que ahora no toques
enmohecerá
lo que ahora no sientas
te ha de herir algún día.

Por inercia sigue el paso de las jóvenes

En reposo, heme aquí,
sentado en una plaza, otro jubilado
que juega con las moscas y mira a los fotógrafos.

Gran Himalaya

Es un hecho que no subiré jamás a las cumbres del Gran Himalaya;
está escrito que los hombres allí se vuelven dioses
y el poder temible de la naturaleza disminuye a los seres:
sus pasiones,
a una blanda indolencia.
Pero yo no subiré al Gran Himalaya,
tropezaré con las piedras del camino,
me embriagaré con deleznables licores,
seguiré maldiciéndome con ternura.

En un tren yugoslavo

I

A mi lado hablan los hombres,
dulces y agredidos,
fumamos y el humo nos une,
no entiendo qué dicen
pero cruzan las manos
en un gesto
que me es familiar.

II

Durante varias horas nos ha acompañado
un pequeño río
de grises y duras aguas.
Quisiera preguntar cómo se llama
¿cómo se llama este río?
sonríen,
cómo se llama este río,
sonríen,
este río se llama Sonrisa.
No hubiese podido irme sin saber su nombre.

Día de muertos

Bebo el vinillo triste de Imperial
con mi madre que amadra sin descanso
aquello que no sabe y no sabiéndolo
lo vuelca de un sentido sin sentido.
Una muerta en la boca me deslumbra,
una sombra
un sonámbulo tributo
el despertar confuso de otra sombra
que difunde mi aliento en la penumbra.
Una muerta que viene con el río,
una sombra que finge de estar viva.

Nos vamos y llegamos en un círculo
que al fin encontrará su punto cero
y no habrá verso
vino
ni suspiro.

Cómo será sin lluvia y sin abrazo…
Será como esa piedra o esa hierba
o será como el viento que fatiga
la calle solitaria de noviembre.

Nada

De pronto estuvo ahí
guardada en un horrible abrigo color rata
apareció otro día
con traje y aletas de mujer-rana
rompí la goma rabiosamente
a la altura de un seno
lo besé estaba frío
como pude la fui desnudando
una maraña densa la defendía
me pregunté no estará muerta
“te engañas” me dijo
“estoy viva y soy bella”
en efecto
algo latía en ella y me llamaba
pero había hostilidad en los objetos y nos separaban
seguían apareciendo restos submarinos
musgo/ pequeñas piedras/ botellas con mensajes
uno de ellos decía “recibe esta mujer
y no hagas tonterías por ejemplo preguntas
ella no existe es cierto
pero nadie es perfecto”.

Breve adiós a Omar Lara

Aquella tarde algo ventosa salimos de Valdivia y nos dirigimos a la costa. Habíamos viajado a esa mágica ciudad a celebrar los cincuenta años de Trilce, la revista de poesía más antigua del continente que tú, siendo un joven universitario, creaste junto a un grupo de amigos en ese recodo alejado y que, gracias a tu pasión, se convertiría en un centro irradiador de la poesía de Chile y toda Latinoamérica. Hubo celebración en actos oficiales de homenaje sincero. Hubo también una cena entre los más íntimos, donde con tu hablar pausado y voz dulce nos reglaste mil y un historias cargadas de intensidad y vida. Tan atrás quedaba tu exilio en Rumania, tu estancia en Madrid y ahora, desde Concepción, volvías al origen como quien ha dado una inmensa vuelta de años y lejanías.

Aquella tarde, mientras paseábamos por Curiñanco rumbo a la cabaña de los entrañables Guido y Melita, te vi caminar con paso firme por el litoral. Cuando llegamos, te instalaste en una reposera junto a pinos y flores y yo bajé a la playa. Me alejé un poco, sobrecogido por la fuerza de aquellas aguas mecidas por la corriente de Humboldt y de lejos te vi en lo alto del acantilado. Mirabas el mar infinito y me supe un agradecido huésped de tu mítico Portocaliu, de donde ahora has zarpado en tu último viaje amigo del alma.

Benjamín Chávez

Poemas de Laura Yasan

Laura Yasan. Poeta. (Buenos Aires 1960 – 2021). Ha publicado: Doble de alma (1995), Cambiar las armas (1997), Loba negra (1999), Cotillón para desesperados (2001), Tracción a sangre (2004), Ripio (2007), Animal de presa (2011), Pequeñas criaturas de lo incesante (2015), la antología Palabras no (2016), Ganado en su ley (2017), Principio de incertidumbre (2018) y Madre Siberia (2020).

Genealógica

las hijas del nuevo mundo
son blancas como las luces de los shoppings
pálidas como los panes de mc donald’s
translúcidas lágrimas finales de best sellers

las madres huérfanas de las hijas del nuevo mundo
fuimos oscuras habitantes de hotel
tuvimos negras maneras de mirar
queríamos la vida en símbolos extraños
películas de bergman

las paridoras frígidas de las madres huérfanas de las hijas del nuevo mundo
querían una historia sumergida en channel
casarse vírgenes con una réplica de cary grant
tener muñecas rubias de mejillas rosadas
mascadoras de chicle leyendo mujercitas

las hijas huérfanas de las madres frígidas del viejo mundo
queríamos las curvas mullidas de la marylin
y el aspecto latino de una amante del che

pero ellas
las nietas de la decadencia
las hijas del imperio del nuevo mundo
sólo desean ser
delgadas como un tallo
livianas como el ala de una mariposa
anhelan despertar
con los dedos más largos cada día
para hundirlos hasta el fin de sus amígdalas
y vomitar sin voluntad
lo que resta del siglo

Tracción a sangre

cargo en mi cuerpo una mujer inválida que baila cuando duerme
trenza el cabello blanco de la muerte para ganarse su favor
como una novia ciega que deba conformarse
con la corta memoria de sus dedos
                              despierta cuando miente
lleva un cascote atado a la correa de la lengua
va removiendo un surco tras de mí
una continuación que me persigue como una cola de chatarra
                              se enciende cuando callo
cargo su enfermedad en la penumbra de mis huesos
                      su equipaje de anemia
                      su andamiaje de circo
la quiero al otro lado pero el puente se ha roto
la primera mitad no le interesa
la segunda es negada
vuelvo sobre sus pasos cada noche
para ocultar la huella cada día
como el guardián de un ancla que se oxida
un perro encadenado a un desierto de vidrio
lamiéndose la sombra

Octubre

no tengo más que un fósforo para toda la noche y es octubre
un caballo cansado que me pasa la lengua por el pelo
un harapo de miedo
la edad que se articula en su tamaño
y se inserta otra vez por el aro del mundo
siempre en octubre vuelve y no trae palabras para mí
trae un silencio impuro sobre la boca cruda
y el beso que deseo
es apenas cadáver del consuelo
vuelco en octubre
soy tiza en la pizarra de sus ojos
y enhebro en la plegaria dijes de fantasía
muñequitas desnudas cuando llueve en octubre
cuando salgo a golpear por mi ración
y regreso a la cama con un vaso de leche
donde su gota de mercurio
brilla

Llegar a salvo

hay que saber llegar hasta la orilla sin mojarse los pies
cruzar una ciudad en donde el agua es negra
y negra es la saliva de los perros
y negro el semen que descargan los ángeles
en las sábanas sucias de los partos
hay que hundir la cabeza con los ojos abiertos
negociar el ardor
forzar al corazón su máquina de aceite
y resistirlo a flote una noche completa
hay que entregar el cuerpo a la corriente
fijar la convicción
                                  nadie vendrá para salvarme
no soltar la palabra que dispare el alud de un espejismo
                                  nadie
vendrá para salvarme
tragar si es necesario
la sal que se desprende generosa de tu propio temor
sentirte el muelle de un puerto abandonado
una vieja estructura que el tiempo embiste sin control
hay que saber quedarse y aguantar
saber que no vendrá
                                   para salvarme
nadie

Cotillón para desesperados

¿la fortuna te esquiva?
¿hace agua el barco de tus sueños?
no hay de qué preocuparse
esta ciudad te ama
en los centros de canje estimulan el tedio
por dos tapitas más un peso
nada es tan grave
cargar el rudimento del pan y la escoba
puro discurso
cotillón para desesperados
por dos tapitas y una libra de carne
te llevás esa jaula
la corona del rey y un cetro plástico
por tres libras de carne más dos líneas de fiebre
la estafa del insomnio
malabarismo sobre noches violetas
te ama tremendamente
en los centros de canje
por una culpa más un beso indebido
cuatro hijos un perro y una úlcera crónica
nada es tan grave
la vida es un asunto local
del trabajo a la cama
forrar el ataúd con el salario mudo del fracaso
momentos en que llueve
sobre la fría seda del recuerdo
la ciudad anegada de una tristeza rancia
pero cómo te adora
te protege
por dos libras de sangre más la furia
te dan tres aspirinas y una bala

Barco encallado

cuando se quiere oxígeno
y hay sólo oscuridad para tragar
¿qué se respira?

cuando se quiebra el cuerpo como un barco encallado
en la tardía luz de una bengala

y el ciclo del fastidio
arroja contra el muro frontal de la locura
la edad de una mujer

cuando la piel expulsa su madera podrida
y el corazón bombea su mensaje de náufrago

qué duelo se anticipa al funeral
qué desencuentro escarba en la sequía
quién anda en esa furia cortando el eslabón
que la sostiene en la cordura
como unida a un desgarro

Laura Yasan, destacadísima poeta argentina (Premio Casa de las Américas, 2008, Premio del Fondo Nacional de las Artes, 1998, Primer Premio en Poesía Inédita de los premios municipales de la ciudad de Buenos Aires, 2011, y Premio Carmen Conde, 2011, entre otros), visitó Oruro en febrero del año 2010, en el marco del Primer Festival Internacional de Poesía de Bolivia. Realizó lecturas en la Casa de la Cultura Simón I. Patiño, la plaza Castro y Padilla, así como también tuvo ocasión de recorrer la ciudad y presenciar el Carnaval de ese año, junto a otros destacados poetas de varios países. Falleció hace pocos días (en octubre habría cumplido 61 años), en su Buenos Aires natal, dejando un vacío en las letras del continente. Su labor poética, merecidamente galardonada internacionalmente quedará para deleite de los lectores exigentes. Desde las páginas de El Duende le rendimos un sentido homenaje.

Poemas de Silvia Siller

Silvia Siller Poeta mexicana radicada en Nueva York. Ha publicado los libros de poemas: De Mariposas y Mantis (2013), Madrugada No. 5 (2015), Tandava con Edgar Smith (2018), Danza de cuatro brazos (2019) y La granada ebria (2019).

I. Granada ebria del Edén

Caricia de yemas sobre fruta rosada, uñas intrusas desvenan tus enredos por la savia de los granates.  Quedan mis manos todas pinceladas de tinta carmín. Lamemos el jugo de dioses, huele a claveles que mal entendieron al árbol de la vida y dejaron sus pétalos caer. Granada ebria, granada mística, nos embadurnamos de tu elixir rojo, tinta indeleble que no nos deja mentir en la apertura de los labios del mundo.

II. Amputación

Amputar lenguas para no perturbar la neutralidad del otoño. Rebanar dedos para no escribir el crujido de hojas quebradizas que serán añicos, para no desentrañar más las luces del crepúsculo que parieron escombros que arden en el hielo.

El búho

El búho llama
asomo mi cabeza a la ventana,
juego a la desgarradura
de cobardía
con una pizca de sal
y una pimienta gorda
todo sigue hirviendo

en el ajo
de la espada

Ejercicio de manuscrito automático

Apareció el grito de la noche
dijo que ya todo está escrito
Y los colibríes siguen buscando los colores
mientras en tu sien reposa la biblioteca de Alejandría.

Si, es la resaca del tiempo la que me cobija,
y aparecen alaridos
vociferan que ya todo está escrito
y que Dios se aburre,
que los poetas se atoraron en los trueques de palabras,
que se desmoronaron los minerales de los filtros de los ríos,
donde mueren los peces.

Cada arroyo tiene su lenguaje de campana,
cada hierba insectos que buscan en la grama
cómo distinguir las catarinas.
Ya los labios del humus de la tierra
succionan los desechos
Ya alimentamos podredumbre
y dimos de comer hierro y hiel
a la ternura de los venados.

Hoy

Se abren las letras cual ventanas
que dan a un terreno baldío,
al barranco de siempre
donde reina la intemperie.

Madrugada

Abrirse a la madrugada,
con todos los poros,
y palpar la textura de su ojal
por donde se deslizan brochazos
que trazaron el último impulso,
de la noche pasada
para estrangular el hierro de las armas
y ese último olor a polución.
Es un rito,
bosque de noche,
una música como hallazgo entre ramas,
el susurrar del cielo que nos devuelve la fe,
aunque fecundada de espectros.
Se exorciza un veneno
que se multiplica en la carne,
desde el aceite de las flores

Todo es posible al principio del sendero,
se esparcen las tinieblas vaginales,
y nace el sol.

Receta de invierno

Derrite primero el hielo,
recoge la piedra,
como palabra entumecida por la nieve
y la arrastras

Entierra el gato que maulló perdones
y se revolcó mientras ponderaba
guardemos el ronroneo para nunca
que es igual que para siempre

Y suelta de una vez la guillotina:
que salpique tu rostro
toda la sangre del silencio

A+P = X

Álgebra indescifrable. Llenamos de candados el alfabeto de la noche tras la estampida, tras el cierre de puertas, tras la llave engullida.
Hicimos de silencio la muralla, pero no advertiste la aridez de tu boca, que aunque calle la lluvia desea el agua.
Hay hilos invisibles en las marionetas del aura. Fue un conjuro de vientos o de astrología, un aliento impregnado al sudor de la memoria.
Embrujo temido que callan los labios, y divulga la luz del ámbar y el zafiro.
El abrazo pulsó la despedida, de dos lumbres separadas,
sin que el fuego o el agua se rindan…
Acaso se sacude el vapor de polvo y se esconde la quimera
bajo la alfombra.


Los poemas de Siller nombran las cosas con una contundencia peculiar no excenta de lirismo. Son revelaciones que el poema oferente abre al lector como si accionara los secretos mecanismos de la dimensión real de las cosas. Leerla es ser partícipe de un rito de paso, ese momento cargado de sentido que marca el ingreso certero y definitorio al corazón mismo de las verdades reveladas. Silvia es profesora de Lehman College, la universidad pública de Nueva York (CUNY). Fue finalista del concurso Entreversos (2017) de Venezuela con su poemario Los cuatro brazos de Shiva publicado por Nueva York Poetry Press. Su obra ha sido reconocida en el International Latino Book Award 2015 y 2016. Recibió el premio G. Mistral, J. Burgos y F. Kahlo otorgado por el grupo Galo Plaza en Nueva York por su contribución a la cultura latinoamericana en Nueva York en 2015. Ha producido teatro- flamenco con poesía. Es anfitriona del programa de radio “ Diálogos culturales con Silvia Siller “ transmitido los domingos por Callevieja Radio.

Poemas de Hugo Molina Viaña

Hugo Molina Viaña (Oruro, 1931 – La Paz, 1988). Profesor y escritor de Literatura para niños. Miembro fundador de la agrupación de escritores y artistas “Gesta Bárbara” en Sucre (1948), Oruro (1949), Santiago de Huata (1950) y Tupiza (1951) y del Comité Nacional de Literatura Infantil-Juvenil (1964). Presidió y organizó la filial boliviana de la Organización Internacional para el Libro Infantil y Juvenil (IBBY, 1975-1985). Ha publicado: Palacio del Alba (1955), Lucero de Seda (1956), Martín Arenales (1963), El Duende y la Marioneta (1970), Ratonela (1974), Vicuncela (1977), Viajeros del Espejo (2007), Martín Pescador (2007), Pilicitu Pilinín. Poemas con fonemas quechuas (2008), Poemas para llevar en la mochila (2010).

 

Martinico

A los niños de San José de Costa Rica

Chico, chico
Martinico,
baila el tico
tico-tico.
Es un chico
con hocico,
que no tiene
zapatico.
¿Es Perico?
¿Es el Quico?
Manolito,
Martinico.
¿Quién responde?
¿Es un conde?…
¡Dónde, dónde          
pues se esconde!
Es un duende
y muy duendo,
duende, duendo
no comprendo.
Salta, salta,
lero, lero,
baila el duende
hasta enero.

Manuelito de Seripona

A los niños de Sucre

Del lejano tiempo
de Maricastaña,
donde por leer tanto
se perdió la araña.
Se habla de aquel elfo
leve como el viento,
argonauta blanco
de invisible cuento.
Dicen que lo vieron
por los abedules,
volaba aires limpios
en gasas azules.
Lo arrulló una niña
que lo bautizó:
Chico Manuelito
de mi corazón.
De Azurduy a Sucre
se fue por melcocha
y voló de un gran salto
en una garrocha.
Le compró a la niña
suspiro y merengue,
y en aquel entonces
ya bailaba el dengue.
Manuelito el trasgo
el de Seripona,
hoy juega la ronda
con doña ratona.

Duende Negri

A los niños de los Yungas

Oh, mi Duende Negri
cuerpo de jazmín,
te diste en la luna
tu baño de hollín.
Ojos de aceituna,
dientes de turrón,
luces de bengala
en tu corazón.
¿Oh, mi Duende Negri
dónde se va usted?
A pintar la tarde
con un buen café.
Y a jugar con duendes
de cacao bombón,
y a encender diamantes
con un buen carbón.
Oh, mi duende venga,
a bailar aquí,
grano de granada
le daré un rubí.

El Duende de La Glorieta

Quién no conoce
al picarón,
es la muñeca
su devoción.
Con ojos glaucos
de Mentisán,
y la mirada
de celofán.
Con un tomate
se hizo un sacón,
y de lechuga
su pantalón.
Toca la solfa
en el flautín,
con la canilla
de condorín.
Si tú no has visto
al cabezón
busca un sombrero
en un rincón.

El cucu

El viejo cucu
era el espanto,
si no dormías
estaba al tanto.
¿Quién era el cucu?,
¿quién lo sabría?
que nunca vino
hasta ese día.
Pariente fuera
de trucutucu,
¿o era tan sólo
como un ancucu?
Aquel don cucu
se fue al rincón,
a cazar moscas
y un moscardón.
Así no vuelve
a tu canción,
y tú te duermes
como un lirón.

Elfo azul

Trasgo rosa
elfo azul
duende blanco
de abedul.
Seda y dalia
tu capuz,
tu sonrisa
lampo azul.
Eres lirio
del portal,
niño estrella
de cristal.
Trasgo rosa
elfo azul
duende blanco
de abedul.

Vilma Tapia Anaya: 4 poemas inéditos

La poeta nacida en La Paz y desde siempre radicada en Cochabamba nos presenta, en exclusiva para El Duende digital, un adelanto de su nuevo libro Lentitud. Una escritura sugerente estructurada en poemas breves, donde la pausa y el silencio marcan el atinado tempo de la escritura y el atildado desplazamiento de los versos.


Argel, 19 de octubre de 2018 a las 12 y 33 minutos

El colmo de la presencia

                                                                             J.D.

Yo iba hacia la antigua mezquita
tal vez
sinagoga transitoria

celebración fraterna que rememoras

puntual
la plegaria pronunció
palabras   
llamaba una lengua distinta a la mía

Ahí     en la profundidad de la desemejanza
el canto
prolongado aliento en su extensión vasta y doble

Escuchando escuchaba y mis lágrimas caían
era el lugar

Puede ser la luz de cualquier lugar     ahora lo sabes

Un hombre de empolvada túnica
se incorporó vino a mi encuentro
extendiendo sus manos
me dio un abanico que recibí con las mías    

Lanas y pajas me acercaron un pavo real de pecho azul    
símbolo     eco de un jardín remoto
y aún clamaba el balido de estos otros corderos
traza cierta
íntima hendidura


Mariposas

A Arnaldo Calveyra

El día está aquí
una mariposa blanca y otra amarilla salen de la roca

el agua del riego las libera

Ayer noche fue encontrado el cuerpo de una mujer
tomó veneno
y una copa de vino

dejó otra servida

Habíase puesto el vestido de una fiesta pasada
le quedó chico
ni la tela bordada ni las alas del tul
le cubrieron la espalda

La luna de anoche
y su grito
están aquí


Esta lengua

A Rubén Darío en Granada

El volcán levita entre nubes   helechos  
bromelias      Signos
emiten una diáfana intangibilidad

En el jardín del convento
invocándose a ellas mismas
día a día     muy altas han crecido
las palmeras

San Francisco y el lobo
aún se miran

De niñas escuchamos leer a mi padre
incontables veces el poema
blancura de lirio
mañana
y tan rara sangre
el aullido del afuera

Incierta salí a caminar los caminos
todos
idas y vueltas a la madriguera

entonces la huella     el amor me trajo
a las hospitalarias frondas
de esta lengua


Dánae

 A Rodin

Vacilante
nívea
cayó
la roca en la roca

con nostálgica lentitud
dobló su columna
se agachó
se arrodilló
en un mudo clamor
hundió la cara en las aguas de su propio río

Así     fetal y eterna
ocupó su espacio

se dio a la luz

Para El Duende 700

José Antonio Terán C.

Son y serán incontables las voces de encomio por el impagable aporte de El Duende a la cultura del país; las frases de gratitud por el refugio que brinda al arte y el pensamiento relegados por la mediocridad ambiente; las palabras de maravillado asombro por haber sobrevivido a las 700 apariciones. Espero no perturbar estos momentos celebratorios con un poema de recuerdo y homenaje a uno de los fundadores de este querido y respetado suplemento cultural.

Mi hermano Alberto Guerra

no quiso averiguar más vidas

en las oscuras voces de la coca

estaba descubriendo muchas muertes

de los seres que amaba

prefirió que los años tejieran

los abrazos unánimes

de una fraterna ancianidad

quizá fueran mentira los anuncios

de la hoja sagrada

quizá el yatiri que habitaba su cuerpo

sólo inventaba los temores del poeta

nunca se había preguntado

por qué no inquirió por su propio destino

como si estuviera seguro de vivir para siempre

pero un día de sol primaveral

cayó de bruces a puertas de su casa

sin ese día aciago estaría mirando

con espanto creciente

cómo se cumplen sus visiones

una tras otra