Marlene Durán Zuleta. Poeta y escritora (Oruro, 1956) Ha publicado los poemarios: Grises (1977), El otoño de la almohada (1984 -1985), Salmos (2002) y Afectos cóncavos (antología, 2021).
Hálitos de altura
Para Fernando Sabido Sánchez (28/8/1950 – 2/7/ 2017) España
I
Te encuentro en el azul infinito del mar, en la distancia vertical, imprecisa en los horarios de la tarde. Hay tanta agua que se amotinan los peces, y el canto de las aves se vuelve comunión. Estás concentrado, el destello interno de la máquina ilumina tus ojos, la pasión por reunir a los juglares del mundo motiva a rescatar poesía. Asciendes flagrante como siervo por las letras, desde mi espacio te sonrío afable, suelo otrora conquistado por hombres de tu estirpe.
II
Tenemos morada de sueños, un vaivén de silencios nos envuelve, la amistad atisba ¡viva la pródiga poesía!
Leer o escribir nos libera de ver u oír crujidos de hombres y animales de estar habitados o desamparados. Un hondo fervor desborda al espíritu por los escritos, geografía de letras. -nos perpetúa en la distancia-
Estos periplos de tiempos indefinidos sigan colmándote de resplandor y asciendas infalible a la cima, rescatador de vates.
III
Te hablé de las golondrinas, del ocaso del silencio de las moras.
No se vislumbraba nada oscuro, ni velo, ni duelo que opacara tu morada de luz. Súbitamente se apagó la voz interna de la memoria y tu corazón.
El ronco ruido de la vida curiosamente inquietó tu partida un exabrupto del abismo, abrió su territorio y dibujó una sombra. Las guirnaldas se tornaron negras, piadosas, ante un súbito adiós.
Te fuiste por el camino azul de la montaña elevada de los juncos, la metáfora de tu obra “La muerte siempre culmina su trabajo” se apresuró a conquistar el perfume de las magnolias, con los hilos de tus poemas tejías en el nocturno abrazo de la noche un pincel que se fue al fondo del Mar.
La luz se apagó a las cinco de la tarde
Para Federico García Lorca (5/6/1898 – 18/8/1936) Granada, España
Romancero gitano, tus ojos iluminados y sonrisa abierta no tenían signos de maldad. Poeta del tiempo y del alma, tus églogas como espíritus que se mueven llegaron sin campanas hasta los oídos de la escuadra negra, hombres sombríos, tenían miedo del arte y de tu voz.
No estaban Dámaso Alonso, Rafael Alberti, Luis Cernuda, Miguel de Unamuno, ni Dalí que rondaba tu pintura y poesía. Los malvados irrumpieron tu sueño, tenían furia, borraron la canción de antorcha y libertad.
Avaros y pobres, no preguntaron sobre ti poeta escribiste “Bodas de Sangre” la trama y la esencia de la muerte por amor, tres poemas para los arcángeles, “La monja gitana y el diálogo amargo, a las cinco de la tarde”. La música te envolvía, del piano salían melodías profundas y tristes, como si horadaran la veta de tu corazón.
Recordando el abril de tu infancia leías “La canción de las palomas oscuras” prodigio de Andalucía transitada, Federico de la Huerta de San Vicente España de Federico, te identificaste con la rueda taurina, con el “Romance de la pena negra palabra de poeta”.
Los designios son crueles cuando la muerte comienza a sonreír, el reloj no perdonó la puesta del sol, las sombras cansadas comenzaron a reposar, agosto se tornaba herida la premonición de tu ausencia era murmullo, rezo que calla.
Sensible por tanto silencio, eterno en tu poesía, tu buen genio estrella que te dio la vida esperaste inocente al pelotón en el “Barranco de Viznar –carretera de la muerte-“ los verdugos sordos, ajenos al clamor, conscientes y sin conciencia, obediencia servil, dispararon sin piedad, nadie había previsto ese extremo de herida, -trazaron otras partidas imperdonables con las 13 rosas madrileñas-
Federico de España, una estela de ausencias se tornó con tu trance, para ver después la tierra desde el cielo hombres y cieno juntos “a las cinco de la tarde”.
Instantes
El corazón late, en el claroscuro de la tarde, concentramos en los ojos al tiempo que se apaga. Una penumbra se sentimientos nos envuelve, se acentúa la presencia de otrora, rostros inefables hoy ausentes. En esa estancia de figuras las malvas desde su cielo de tonalidades abren armonía ilimitada de formas. Ese episodio de creación motiva dibujar el entorno puro del poeta muerto.
Recordatorios
Para Blanca Wiethüchter (17/8/1947 – 16/10/2004) Cochabamba, Bolivia
“Madera viva y árbol difunto” es rumor del agua y de la tierra, del cuerpo que corre. Sabías de la distancia de lo telúrico de la noche y confesaste, en el epílogo del poema que ya te veías inerte con el signo de una estrella sin haber perdido la memoria.
II
“Pérez Alcalá o los melancólicos senderos del tiempo” son palabras que encienden paisajes, autorretratos, el Apocalipsis observado desde las sombras. Descubres en los lienzos el grito de la ciudad perdida, persigues la grama, la corteza del árbol que se inclina cuando hay viento.
Estos poemas de Marlene Durán Zuleta son formas de la memoria o “recordatorios” como prefiere su autora. Palabras que evocan nombres, situaciones y obras. Obras hechas de palabras, otras palabras con las que se entabla un diálogo de distancias e invocaciones cuyo decurso por la tradición poética sigue trazando una larga vía de reflejos y ecos donde la voz de Durán Zuleta aporta nuevas resonancias para disfrute del lector consciente de las referencias literarias que la autora convoca con pertinencia y tino.
Portada de Sed que no para, libro de ensayos de Paz Soldán en el que se incluye este texto sobre Camargo.
Alba María Paz Soldán
La poesía de Edmundo Camargo se inscribe en un campo de sentidos que, postulamos, abre la obra de Arturo Borda en Bolivia con El Loco, singular experiencia de escritura que delata una heterogeneidad genérica inclasificable desde criterios convencionales. La destrucción como fuerza generadora, una conciencia viva de la indigencia y la clara sujeción de la escritura al cuerpo, a la vida, son los espacios que frecuentan ambas obras en una confluencia de sentidos que esta lectura hará manifiesta.
La obra de Borda pone en juego los poderes de la destrucción en el recorrido que realiza el loco, su personaje, para negarse y despersonalizarse y que está presente desde una de las primeras imágenes. En “El soplo augur” (Borda 1966 I: 19) un niño enfrenta gozoso, “impávido y temerario”, la arrasadora tromba o torbellino que todo lo destruye, e, ignorando los intentos de protección de sus padres, juega y juega con esa fuerza dejándose envolver por ella. Y proyectando la posibilidad del surgimiento de algo nuevo, la voz narrativa dice “pues, a pesar de tanta maravilla, insuperable acaso, hay algo irrevelado dentro de cada cual, que se debate por salir a la luz en la más sublime de las expresiones” (I:166). Las fuerzas de la destrucción, que aún definen a ese protagonista final, “el demoledor”, y una fe en la regeneración, en la creación a realizarse con las fuerzas materiales del desgarro y de la euforia desde la experiencia indigente, son las que emanan de la escritura de El Loco.
La poesía de Edmundo Camargo está signada por la muerte, lo han dicho los críticos, lo dice de alguna manera el título de su único libro: Del tiempo de la muerte. Sin embargo, como es un libro póstumo, el título se lo debemos más bien a su editor, Jorge Suárez1. Fernando Prada señala que este título proyecta un sentido muy diferente al del conjunto de poemas que sí fue titulado por Camargo y aparece en el libro “Del tiempo de los muertos” y en su estudio demuestra que se trata de una poesía vital y erótica (1984). Por otra parte, Eduardo Mitre afirma que la experiencia que define la visión de Camargo es la de un destino trágico: el presentimiento de una muerte temprana (1986). Por lo que será necesario indagar no solo sobre la concepción de la muerte en esta poesía, sino también sobre la relación que la voz poética establece con ella.
En primer lugar, la muerte no se presenta como una pregunta inquietante, ni con los signos del misterio que conlleva. Tampoco se puede decir que es un enfrentarla paso a paso a medida que se acerca. Lo que sí está claro, sin embargo, es que se trata de una certeza: la destrucción del cuerpo. Y a partir de esta certeza se generan los sentidos, aunque en el caso de esta obra poética convendría mejor decir imágenes emergentes de dos surtidores. Una de las fuerzas que originan las imágenes es la destrucción, como fragmentación o desintegración interna, y la otra es el cuerpo que se abre y se extiende hacia el universo. Para la construcción de estas imágenes se observan entonces dos movimientos simultáneos: uno centrípeto, que desintegra todo hasta encontrar y hacer estallar la mínima partícula interior, y otro centrífugo, que desde allí abraza/abrasa a todos los otros cuerpos.
La destrucción actúa como una fuerza activa y dinámica, “desteje”, “desata” y “abre huecos”, en una palabra, desintegra por dentro, mientras que el cuerpo, y aun la muerte del cuerpo, parecen tender hacia una reconstitución:
La muerte nos cosió los costados la carne es telaraña revistiendo los huesos el corazón sacude sus cadáveres (Camargo 1964: 97).
La imagen que mejor expresa la destrucción es la del mar en su “oficio corrosivo” (55, 57) y poblado por “las algas violentas y los esqueletos de tiburón” (59). Pero toda esta fuerza sobrehumana y desatada, que da cuenta de los órganos, de las vísceras, por separado, y que actúa sobre ellas como el guerrero arrasador, solamente adquiere sentido por la mirada que desde una condición precaria lo soporta:
A sus ojos faltábanles aquellos que habíanlo descubierto: el niño que de pronto aullaba sacudiendo el silencio sin romperlo (49).
De la misma manera, en medio de la dispersión, el desgano y la destrucción sembrada por “las mareas férvidas”, esta vez se descubre más bien una presencia temblorosa, que testimonia la condición humana ante los embates de los poderes destructivos:
pero en lo interno tiembla mujer arrodillada
y sueña ser el agua que hundió allá en la infancia el barco de papel (57).
Estas dos instancias corporales, de los ojos que descubren y del cuerpo tembloroso que sueña, son las que figuran el encuentro de la voz poética para revertir esa fuerza volcada hacia adentro en un afán disgregador y convertirla en fuerza abrasadora que se extiende hacia el mundo penetrándolo y regenerándolo. Los ojos se multiplican en imágenes que se extienden y penetran toda la materia, sea velando “Bajo el ojo demente de la anémona tu ojo velará” (46), o en actitudes de lectura que se diluyen en las cosas o las diluyen hasta confundirse con ellas:
y los ojos que vieron las palomas volar, crucificadas sobre leños de sol,
desovan sobre imágenes desesperadas (43).
Pero este cuerpo cuenta también con un arma, el lenguaje, que puede propiciar un efecto semejante al de las fuerzas destructivas, pese a su etérea materialidad, cuando la voz poética remarca:
deambulaste mordiendo el vacuo aroma de tu idioma
armado como el esqueleto de un pterodactil (46).
Idioma que adquiere la fuerza de los otros sonidos que devoran, incendian y flagelan, y que además se interpenetra con los objetos y que, una instancia más allá, es el idioma de la poesía:
la palabra pájaro hace resonar los barrotes
la palabra fuente se queda entre los dientes de la piedra.
La lluvia vacía las campanas, es verdad y en nuestro cuerpo los órganos mansos muelen las osamentas de las sillas
se nutren de los objetos detenidos.
Un libro nos hecha sus raíces (117).
Así, la destrucción es también una fuerza generatriz, que en un movimiento semejante al de “el ojo” y “el idioma” como extensiones del cuerpo es capaz de dar lugar continuamente a nuevos seres y nuevos mundos indefinidamente, a una nueva vitalidad que puede abarcar también el interior de la tierra:
Quiero morar debajo de la tierra En un diálogo eterno con las sales . . . … Quiero sentir la tierra circular por mis venas
morderla fríamente, clavarla con mis tibias
sintiéndome en su inmensa placenta, adormecido
como un niño a la espera de un nuevo natalicio (35).
Si la escritura de Borda, con la destrucción, pretende llegar a esa anulación de sí mismo, al punto cero, a la nada, desde donde recién llegar a ser; Camargo formula un espacio primordial, el espacio del origen, donde la nada tiene también un signo activo, para hacer surgir de allí lo primordial. El poema titulado “Nada” se inicia así:
ruinoso océano de las formas
imagen que adhirió su vientre para los natalicios
primordiales
sifló en tu hueso océano
recogió de las torres (73).
Si el loco, personaje de la obra de Arturo Borda, elige una vida de carencia, privación y necesidad que lo lleva a producir en su escritura esa “secreta rebelión de la indigencia”; el poeta Edmundo Camargo padece de una enfermedad que lo aproxima raudamente a la muerte a muy temprana edad. La voz poética de Camargo modula, pronunciando y deletreando, la indigencia y la absoluta vulnerabilidad del cuerpo humano ante las fuerzas destructivas de la muerte, que también son productivas. Ambos autores llegan por caminos muy distintos a testimoniar la indigencia de la condición humana y a encontrar un lugar allí para su propia expresión, valiéndose de los poderes de la destrucción. Borda confrontando la propia indigencia a la creación artística, y Camargo, a los poderes destructivos de la muerte.
* Este ensayo (escrito en La Paz en mayo de 2001), se publicó originalmente en el tomo I de Hacia una historia crítica de la literatura en Bolivia como parte del capítulo “Postludio: Proyecciones” (pp.191-194); y se reeditó en Sed que no para. Ensayos reunidos (1982-2020) editado por la Carrera de Literatura, UMSA, el Instituto de Investigaciones Literarias y Plural Editores, 2021.
1 Al cerrar esta edición, ya podemos hablar de la obra de Camargo sin la determinación que ha producido este título, gracias a la nueva edición de sus obras y al excelente estudio de Eduardo Mitre (2002) publicado recién este año.
Je suis le ténébreux, – le veuf, – l’inconsolé, Le prince d’Aquitaine à la tour abolie Ma seule étoile est morte, – et mon luth constellé Porte le soleil noir de la Mélancolie.
El desdichado, Gérard de Nerval (1853)
Quizá uno de los poemas más exquisitamente logrados del poemario La torre abolida de Rubén Vargas sea el inaugural, titulado “Runas”. A pesar de su brevedad, constituye un poema enigmático que bebe de múltiples tradiciones, cargado de imágenes vívidas, simbolismo abundante y múltiples sentidos. Además, como se pretende demostrar en el presente ensayo, constituye un elemento clave proporcionado por el autor para suscitar la lectura cómplice. Así, introduciremos una lectura que permita acercarnos –en el tiempo espacio permitido por la consigna que rige el presente trabajo– a este poema como proponiendo las claves de una visión que aluden a un marco teórico o filosofía implícitamente expresados en el resto del conjunto, por lo cual introduce y unifica conceptualmente la colección, operando como una suerte de mortero que habrá de reunir –mejor dicho, apilar– los versos que componen la obra en cuestión.
Con este motivo, recurrimos a la poética, entendida no en su sentido popular básico como sinónimo de poesía sino como una teoría de lectura que estudia los procesos de percepción, comprensión y cognición que subyacen a la interpretación textual y el análisis (Cfr. Persino, 2019). Y es que, en el campo de la crítica literaria, la poética es una idea que fue desarrollada dentro del proyecto de la poesía sistemática que surgió en los 70’s y 80’s, concebida como un estudio objetivo y sistemático, incluso un estudio ‘científico’ de la literatura (…) gracias a la influencia de la poética semántica que siguió a la Nueva Crítica, así como la poética estructuralista francesa. El estructuralismo y la poética semántica de hecho extraen sus ideas de fuentes muy distintas, pero comparten una asunción común que puede denominarse el axioma de la objetividad. Este axioma puede formularse en términos generales de la siguiente manera: la obra literaria es una pieza discursiva (un texto) que posee ciertas características que la hacen lo que es: una obra literaria. Como una pieza discursiva, es accesible a todos quienes hablan el idioma; sus cualidades pueden ser observadas y clasificadas por los observadores interesados y si, en un caso particular, existe una disputa acerca de cuáles son estas cualidades, se pueden resolver refiriéndose al texto en sí mismo. Así, un estudio sistemático de las obras literarias es posible; un estudio que, al final, llevarán a una comprensión completa de las cualidades que hacen que un texto sea una obra literaria. (Olsen, 2012)
Se eligió esta estrategia de lectura “que privilegia ciertos aspectos cuya articulación, aunque necesariamente provisoria, permite pensarlos como un conjunto” (Persino, 2019, pág. 8) en virtud de las cualidades de la poesía de Rubén Vargas: los suyos son versos lúcidos, meticulosamente compuestos y secuenciados con una lógica racional discernible desde la primera lectura; como se verá a lo largo de este ensayo, él no deja nada al azar.
Runas
Piedra de lluvia agua de pedernal pulida
en el corazón de la mano
en la línea cruzada de todos los caminos
Un canto rodado contra la corriente contra la simiente de los ecos multiplicados
en el origen de los días
El santo y la señal de la lengua redimida su apacheta
Y a la vera del crepúsculo anunciado las más bellas ruinas del aire se levantan
Runas Piedras Hombres Palabras
Una espiral girando en el vacío
La trenza de oro
La Torre Abolida
Roca – palabra – hombre
Desde una primera lectura superficial, entendemos el título del poema como refiriéndose al antiguo alfabeto utilizado por los pueblos germanos entre el primer y segundo siglo A.C., derivado de algún alfabeto itálico utilizado en la región del Mediterráneo, sobre el cual todavía no existe consenso académico (cfr. Antonsen, (1965)). Las primeras runas halladas se encontraron inscritas en joyería y objetos de uso personal que datan de aproximadamente del año 50 de la Era Común. Sin embargo, más allá de sus fines pragmáticos, las runas, asociadas a la veneración del dios padre del panteón nórdico, Odin, el dios de la sabiduría, magia, conocimiento y poesía1, también tenían usos rituales, oraculares, mágicos2. Asimismo, de acuerdo al poema Hávamál3 138, de la Edda Poético4 se le acredita la creación de las runas
Sé que colgué en un árbol mecido por el viento nueve largas noches herido con una lanza y dedicado a Odín, yo ofrecido a mí mismo, en aquel árbol del cual nadie conoce el origen de sus raíces.
No me dieron pan, ni de beber de un cuerno, miré hacia lo hondo, tomé las runas las tomé entre gritos, luego me desplomé a la tierra.
Así, de la misma manera que Vargas prepara el terreno para que el lector experimente el poemario completo como una totalidad desde el primer poema, diseña cada uno de sus poemas con esta misma lógica: el título, entonces, se establece como la piedra fundamental sobre la cual se construirá el sentido gradualmente. Así, esta palabra, runa, resuena simultáneamente con tres connotaciones: su carácter práctico como letra, pieza esencial para la construcción de la palabra, su dimensión mágica como herramienta de adivinación, y su dimensión poética asociada a la inspiración.
De la runa del título, el poeta introduce, en la primera línea, la Piedra, un elemento en bruto que luego es afinado en el corazón de la mano (línea 4) y en la línea 8, deviene Un canto rodado. Es importante notar que Vargas elige la palabra canto con intención, ya que, de acuerdo al diccionario de la Real Academia de la Lengua, esta denota no solo el arte de cantar (tercera acepción), sino, también, una composición poética (cuarta acepción), un segmento de un poema largo (sexta acepción). Asimismo, la RAE define canto como trozo de piedra, sentido que devuelve la semiosis a la imagen original, la piedra/palabra como elemento de la construcción/creación, proceso que Platón define, en El Banquete, como “la causa que convierte cualquier cosa que consideremos no-ser a ser”, y que se halla etimológicamente presente en la raíz griega de poesía: poiesis.
Sin embargo, Vargas no se queda simplemente en este nivel connotativo que remite directamente a la tradición nórdica, sino que agrega nivel inesperado de semiosis adicional e inesperado cuando, en los versos 23 y 24 de su poema, expande la lectura posible al agregar el valor semántico quechua, idioma en el cual runa significa hombre. Para ello se vale de dos recursos: el primero, una metonimia generada por la disposición sucesiva de las palabras Piedras y Hombres en líneas sucesivas, una encima de la otra y, el segundo, mediante una sutil intervención en el espacio de la versificación: una examinación atenta permitirá notar que el espacio interlineal entre estas dos palabras es menor que en el resto del poema. Una tenue y sofisticada pauta que le deja saber al lector atento que el poeta sabe muy bien lo que está haciendo: una reflexión progresiva por efecto metafórico acumulativo: la piedra lleva a la palabra; esta, a su vez, remite a su creador: el hombre, la humanidad.
La torre y sus simientes
Sin embargo, ahí no termina la reflexión del poeta: en el verso línea 16, Vargas introduce la imagen de la apacheta, un montículo de piedras puesta una sobre otra. Esta construcción rudimentaria ocurre en prácticamente en todo el mundo: desde el norte de Europa hasta el cuerno de África e incluso en Asia. En Latinoamérica, se considera como una ofrenda a los dioses del lugar que se construye en los puntos más difíciles de los caminos: se espera que toda persona que pase por una apacheta agregue una piedra al montón. A cambio, los espíritus del lugar lo protegerán. Hitos de paso, son construcciones solitarias, aisladas: como guías de navegación, señalan el camino para los viajeros y cada piedra es sagrada.
Esta imagen agrupa el sentido acumulado, erigido progresivamente a lo largo de las estrofas: las palabras y todos sus significados posibles se ensamblan en un conjunto. Y estos significados no se excluyen entre sí sino que resulta necesario que operen todos simultáneamente para sostener el peso concentrado del poema. De esta manera, la obra convergerá espontáneamente, consolidándose por su propia gravedad y, así, podrá llevar un solo final posible: la consolidación de la torre abolida anunciada en el título del poemario. Así, cada elemento básico posee un carácter microcósmico que se refleja en aquello que compone: La semilla contiene el árbol y éste su simiente. La piedra compone la apacheta así como la letra construye la palabra; la apacheta prefigura la torre así como la palabra deviene verso. El proceso continúa, vital, eterno. En palabras de Rubén Vargas: Una espiral/girando/en el vacío.
El hombre, la piedra, la tradición
El poeta Rubén Vargas.
Como símbolo, la torre de inmediato evoca imágenes poderosas que resuenan en todas las culturas del mundo: desde la mítica Torre de Babel, la torre de Rapunzel –a la que elegantemente alude Vargas con su verso “la trenza de oro”,– la torre fulminada –Maison Dieu– del tarot de Marsella.
La torre es una de aquellas imágenes que constantemente concurren en los siglos XVIII y XIX, evocando asociaciones variadas, algunas de las cuales, en un grado considerable, derivan de un repertorio simbólico medieval más antiguo, mientras que otros sentidos nuevos se desarrollaron subsiguientemente a partir de esta tradición (Murawska, 1982)
Vargas utiliza esta imagen, extrayéndola de la tradición poética occidental, específicamente del poema El desdichado, del poeta francés decimonónico Gérard de Nerval, citado en el epígrafe introductorio de este trabajo.
Traducidas las primeras líneas, este se lee como sigue:
Soy el tenebroso – el viudo,- el inconsolable, el príncipe de Aquitania en la torre abolida mi única estrella está muerta, y mi constelado laúd porta el negro sol de la Melancolía
El desdichado es un texto cargado de imágenes enigmáticas que nunca se llegan a descifrar por completo; es más, la notoriedad del poema en cuestión se construye justamente sobre su carácter críptico. El autor mismo, “al hablar del grupo de sonetos donde se incluyó, dijo que ‘perderían su encanto al ser explicados, si es que esto fuera posible’ (Booth, 2021). Sin embargo, dentro de la tradición poética, es importante notar que T.S. Eliot citó esta imagen en su monumental poema La tierra baldía antes que Vargas, lo cual confiere una dimensión performática a la cita que realizan estos poetas: la repetición reconfigurada del acto remite a la acción de agregar una piedra más a la apacheta/torre, un poema más al monumento poético erigido por runas, hombres, poetas.
Conclusión
Resulta evidente que la poética de Rubén Vargas se sustenta en una filosofía personal expresada en su ejercicio poético de elegancia matemática donde no se admite el azar: todo forma parte de la factorización, desde la elección léxica hasta el posicionamiento de las palabras, las estrofas, los versos, el poema en sí, el lugar que este ocupa dentro de la colección de textos así como dentro de la tradición literaria de la humanidad. Esto queda demostrado en la elección del poema inaugural de la antología que introduce Runas. Dicho poema proporciona una clave de lectura que marca el sendero del lector e influye, finalmente en la vivencia poética de La torre abolida. En esta colección, Vargas rinde homenaje a poetas, escritores, cineastas y artistas visuales, sin diferenciar sus medios de trabajo: desde Pizarnik a Borges, Benjamin, Celan, Klee hasta Wim Wenders, todos como constructores y piedras fundamentales de La torre abolida, el proyecto imposible de concluir, la puerta del cielo. Cada una de las obras de estos creadores enriquece la tradición, así como cada piedra eleva la apacheta, aumenta su visibilidad para que viajeros futuros y potenciales puedan divisarla y, eventualmente, si optan por ello, agregar una roca más en el monumento que marcará el pasaje de la humanidad por la tierra baldía.
Bibliografía
Antonsen, E. H. (1965). «On Defining Stages in Prehistoric Germanic». Language, 41 (1), 19–36. Booth, A. (2021). “Le Prince d’Aquitaine à la tour abolie”: Nerval’s “El Desdichado”. Murawska, K. (1982). An image of mysterious wisdom won by toil: The tower as symbol of thoughtful isolation in English art and literature from Milton to Yeats. Artibus et Historiae, 3(5), 141-162. Olsen, S. H. (2012). What is Poetics? 26(105. The Philosophical Quarterly, 338–351. Persino, M. S. (2019). Hacia una poética de la mirada . Buenos Aires: Corregidor. Platón. ( de de ). El banquete. Recuperado el 23 de diciembre de 2021, de Wikisource.org: https://es.wikisource.org/wiki/El_banquete Real Academia de la Lengua. (s.f.). Diccionario de la lengua española. Recuperado el 23 de diciembre de 2021, de https://dle.rae.es/canto
Enrique Moro (Valparaiso 1956-2021). Poeta y gestor cultural. Ha publicado, entre otros, los poemarios: Marilyn (1973), Moro, poemas Libro Objeto (1980), Bolsa, Poesía de cordel (1981), Amantina y otros poemas (1987), La piedra feliz y otros tangos (1994), Hay un Moro en la costa (2006), Poemas últimos (2011) y De ceniza nuestra sábana (2014).
Carnaval de Oruro
Duro como la piedra, profundo como la raíz del sol en el universo.
Carnaval de Oruro abrazo de la ternura de los Andes del antiguo sol que ilumina el corazón profundo de América.
Ahí Víctor* hizo ese gesto y challa, su casa hermosa y amada un corazón bajo la luna de Oruro.
Ahí fui feliz ahí besé tu piel y tomé tu cintura cuando el sol doraba tu pelo y el agua de los volcanes bañaba tu cuerpo.
Ahí lloramos en esa esquina, los amigos, lágrimas del sol bajo la lluvia de enero en lo más alto de los Andes.
Es carnaval es Oruro la fiesta del altiplano la Pachamama.
Una historia que se baila con la música del aire.
El cielo está cada vez más cerca las nubes dibujan su trapecio para que los sueños y las esperanzas salten del corazón del indio a las estrellas.
*Se refiere al músico Víctor Hugo Sepúlveda
Brevísima introspección de la Grey
Yo soy el más muerto de todos arrinconado en la ciudad subo los buses con mi cuerpo
Yo soy el que camina al lado del mundo -como si nada-
Todo me mira de reojo
Yo no sé si es la luna un globo de Good-Year
Creo ver una estrella que cae sola o tal vez es Superman luchando por la justicia yo no sé si deba entrar a una iglesia o tal vez será mejor abrir la puerta de una financiera porque tengo problemas de toda índole
Tal vez mi dolor solo sea producto de comer comida enlatada
O de beber leche de vaca de una teta de cartón
Ya no hay tentativa para este hombre finito
Gracias Señor
Gracias Señor, por el suelo a la altura de la suela la lengua, el paladar entero hecho polvo y ceniza por el lacrimógeno. Gracias Señor por la justicia (a) divina. Gracias te damos todos los apaleados y llorosos de América por tu bondad para con nosotros huéspedes de tu (pre) paraíso.
Gracias por los barcos y los tanques, por los aviones y los torturadores, por la Cruz de Hierro.
Señor, tú sabes el paradero de los desaparecidos, así es tu Gracia. Infórmanos al comité o a un tribunal cualquiera nunca tan justo como el tuyo, pero danos al menos esa tranquilidad.
Señor, te rogamos, manda algún ángel desocupado (aquí cesante) o alguno de tus asesores. Tenemos hambre de todo.
Señor que tu luz divina alumbre en las poblaciones porque la compañía de electricidad nos cortó la luz terrena.
Señor, te informamos que la duda eterna se nos convirtió milagrosamente en deuda externa. Que el pan que es tu cuerpo ha subido hasta las nubes y los niños de mi patria no pueden volar. Es un decir, Señor, porque los hemos visto volar, hechos pedazos y no por tu Verbo sino por las esquirlas de las bombas.
Señor, el vino que es tu sangre tiene a medio continente alcohólico, es decir, Señor, borrachos de tu sangre, buscando la tierra prometida.
Señor, aquí con una Democracia nos conformamos por último con una Democracia Cristiana. Es así nuestro dolor y nuestra desesperación, Señor.
El paisito amaneció triste
Antes de nada y después de todo Sepa usted
Benedetti Que el Paisito Amaneció triste Con lo suyo
Benedetti Usted sabe como cuesta Hacer la revolución En estos días
Y usted se va Se vira Dice chau Se muere
Parte derecho al patio de los callados
Ya no con el Frente Amplio Pero al menos con la frente limpia
Este último viaje suyo No fue a la Habana Con poesía y ron Compañero En la bodeguita del medio No fue a Barcelona Ni a la rambla Ni a esas viejas librerías De la calle Argüelles
Ni al Camp Nou A ver al BarÇa
Ni a Buenos Aires Con el Polaco Goyeneche “El mundo fue Y será una porquería” Gritaba Santos Discépolo Y usted Fue su santo discípulo
Lo suyo Mario Es un viaje definitivo El último de los exilios Un salto al trapecio De los sueños perdidos
Lo suyo
Es el último de los suspiros Un beso a la nada Un abrazo con las estrellas Un volver al polvo Mas polvo enamorado
Azul El espacio En lo alto del mar En lo profundo del cielo
Azul
La palabra Suspendida en el aire
ARMARIO De luz Tu vida
Mario De Montevideo
(Un día para no olvidar)*
Un día para no olvidar qué locura, un disparate por todos lados, y esto se viene con todo, ya se está nublando, el viento sopla sobre los techos y dentro mío.
Estos pequeños andamios que sostienen mi calavera se olvidan y doblan sin soportar la liviandad de mis huesos.
Tengo frío, los lugares en mi cabeza asustan y me duele la rodilla de la caída de mi cuerpo en esa vereda tropical.
Así que son 64 los años que vivo. Está bien; vinos, buena vida, Gran amor, pero ahora, Tal vez, muerte.
*Versos escritos el 4 de marzo de 2021, día del fallecimiento del autor.
A propósito de la poesía de Moro, su compatriota, el destacado poeta Juan Cameron refiere: “Poesía trasminada por la noche y la marcha, por el viaje y la anécdota, por lo crudo y lo cocido de estos años que duros y felices son tierra germinal de cierta nostalgia por lo que vendrá, tanto como la proyección fantástica de cuanto la experiencia de dictó o gritó al oído”. Por su parte, Alejandro Pérez se refiere al poeta en estos términos: “Las vicisitudes existenciales y el renovado escenario político le han impuesto al poeta otra mirada al entorno, otro ritmo de acción y un sentimiento diferente a su oficio, sin perder la gracia, esa agudeza irónica de las composiciones, la recurrencia del habla coloquial y todos los recursos que nos descubren la hostilidad con que se nos presenta la historia”.
Texto que la autora leyó en la presentación de Insectario (El Cuervo, 2022) en la Feria Internacional del Libro de La Paz.
Portada de Insectario, El Cuervo.
Sulma Montero
Estoy emocionada al presentar los poemas que componen Insectario, de Juan Pablo Piñeiro. Los percibí después de la noticia de su cercanía a través de un sueño en el cual una gran luz aguamarina nacía incólume, trastocando la noche de los tiempos. En la atmósfera flotaba el aroma inconfundible a tinta de imprenta. Agudicé la visión y advertí lo que presentía: era evidente que se fraguaba un libro y, como si el rumor de las hojas fuera el movimiento de las alas de un animal diminuto, me parecieron destinadas a consumar un fuego por el momento invisible.
De pronto, de la penumbra, emergieron grabados antiguos de insectos que despertaban para comunicarnos su estadía en la Tierra. Era la aparición cósmica de una voz que surgía en los entresijos de lo onírico y crecía, mágicamente, desde lo más pequeño, mediante un juego de líneas y letras que se metamorfoseaban al descollar en una conmovedora oración.
Me quedé pensativa, esperando el primer libro de poemas de mi amigo. Me llegó pasado un tiempo, por WhatsApp, con el sello de la editorial El Cuervo ydedicado a su madre. Maravillada por el claro color de la portada y las ilustraciones creadas, cual filigranas, por Mario Piñeiro para cada una de sus partes; admiré los collages donde se muestran, dueños de sí mismos y exponiendo su intimidad, los insectos, que nos invitaban a participar de un delicado y bizarro microcosmos en el infinito de la página.
Sumergida en la lectura de los 23 poemas vertidos en cinco partes: Larvas, Pupa, Subímago, Ímago e Invocación, agradecí el regalode una espiral de numinosas emociones. Ingresando a Larvas, me detuve en la familia Odonato: Ashitsu /Nace del agua, /despliega sus alas, /la libélula.; haiku que inicia el canto del poeta etólogo.
Recordemos al científico austriaco Konrad Lorenz, cuando hablaba de una psique animal, de sus deseos, apetencias y miedos, situándonos ante el umbral del mundo de lo recóndito, donde comienzan a suceder las transformaciones. En Pupa, el poema “Paraísos artificiales”, expresa: He descubierto con dicha y espanto /que cada uno de nosotros /es el avatar de un insecto, /celda de miel, /estatua de cera fractal, adorado talismán de muchas lunas invocadas.
Nos vemos involucrados en una realidad profunda en la cual estar frente a un insecto cobra otra perspectiva y abre el acceso al estado de lo inefable, cuando remata: Todo está lleno de nosotros / menos nosotros, interiorizándonos para aceptar ser cómplices de su escritura. Luego, como una revelación, llega el poema “Abeja reina” con una pregunta que se resuelve en sí misma, llevándonos a atender un mensaje de unión con el otro ser, el que nos complementa, como la abeja reina o los demás insectos e insectas que habitan la Madre Tierra: ¿Acaso la vida no debería ser otra cosa?…/una aventura silenciosa /de un habitante del desierto /que ha decidido/no moverse de su sitio /hasta que, a sus pies, /crezca un árbol /y brille verde en el sol.
A partir de ese momento algo destella hacia adentro; los poemas parecen recordarnos que hay que saber mirar para reconocer el sendero bañado por una única y titánica luz.
Insectario nos enseña lo valioso de la vida como finalidad de la humildad, a retomar el viaje siendo parte de la armonía con la naturaleza, a respetarla, aprendiendo de los pueblos primitivos, quienes defendían la tierra como un ser primordial de la creación y se comunicaban de manera espontánea y amorosa con todo organismo vivo. A decir del poeta maliense Ismael Diaidé Haidara: Nos acercamos a lo humano por nuestros actos, pues existimos porque los demás existen, y los demás también son los insectos, esos seres que transitan por el libro como las letras que los escriben y transfiguran al lector, y que luego se instauran en el poema “Crisálida melancolía”, al consagrar una filosofía de vida que poco tiene que ver con los hombres y, sin embargo, cobra magnificencia.
La alquimia de lo esencial parece manifestarse en boca de estas criaturas y sus cualidades casi divinas, haciéndonos parte de ellas, pues en Ímago nos convertimos en ellas; invitados a encarnarlas, a descubrir su idioma, así como su forma de tocar y discernir el micro mundo.
“Idioma escarabajo” evidencia ese camino, el insecto o la insecta, ya camarada, nos habla de sus preferencias por los miradores bajitos, de los detalles ensanchados del corazón azul de los seres diminutos, y además…nos enseña a respirar como algunos espíritus y todas las plantas.
Imbuida en el poema “Zumbido”me pregunto: ¿de qué miradas infinitas hablamos si la estratósfera, la tropósfera y la exósfera son las células de una madre en gestación?, ¿si en la vida, como se escribe en los primeros versos de Insectario, un único segundo tiene pasado? Es un hecho que todos venimos a nacer y morir a este planeta,quizás debamos intentar amarlo.
Al final, el poeta se refiere al milagro de las transformaciones de su propia vida: agradece el estar aquí a su madre y a todos los insectos por medio de una “Invocación”, tránsito con el que corona el libro.
La poesía es el misterio del ciclo, de nuestro ciclo ya encendido. La llama que alimenta el fuego, se ha tornado visible. Todo ha sucedido porque debía suceder. Y somos parte de un diáfano paradigma, enriquecidos por una ética de vida, que nos convoca a escuchar y honrar a todos los habitantes de la naturaleza.
Juan Pablo, hermano de las cosas pequeñas y las miradas infinitas, bienvenidos sean los poemas de Insectario.
La presentación de Insectario en la FIL. (Foto: Marcela Araúz)
Publicado en El Duende 59, el 13 de agosto de 1995.
Publicado en El Duende 88, el 21 de septiembre de 1996.
Ha partido a la eternidad el poeta orureño Eduardo Kunstek, piedra angular de El Duende en sus inicios, poeta de exquisito verso y entrañable animador de tertulias. Desde estas páginas le rendimos homenaje con una breve selección de poemas, como adelanto de un dossier especial en su honor que se publicará en la edición de este domingo.
Arquitecto de la noche
Las palabras de la noche son estrellas astronomía humilde sobre café negro soledades que sueñan juntas la tibieza de lenguajes sin eco compartidos.
Las palabras son el sueño del insomne descubren al dueño de la voz y a sus amigos la lejana grandeza de una estrella; le dan luz o la construyen.
…
A un poeta no se lo hiere –es preferible matarlo– pues de la llaga podrían salir palabras más dulces de lo mismo que significan: verbigracia, narguile, remolacha. Tampoco un poeta miente pues su palabra es la anti-mentira verbigracia: Un poeta no muere se resquebraja como hoja seca para ser música se impacienta y se abraza a la muerte frente al brillo de unos ojos que la propician el fulgor de unos ojos como los tuyos.
Tomado de El recurso del fuego
Publicado en El Duende 70, el 14 de enero de 1996.
Eduardo Kunstek Montaño (Oruro, 1952)
Destacado poeta autor de cinco poemarios publicados entre 1989 y 2021. Fue uno de los fundadores del suplemento cultural El Faro que luego dio paso a El Duende. Miembro del movimiento “15 poetas de Bolivi”a. Desde hace varios años radicaba en Santa Cruz. En el libro Letras Orureñas se lee: “La poesía de Eduardo Kunstek es inteligente, rigurosa, culta y elegante. Sus poemas son un ejercicio aleccionador de sensibilidad y sobriedad poéticas”.
D. López Koehnke. (La Paz, 1991). Poeta, narrador, músico, ilustrador y diseñador. Ha publicado el poemario Tramas (2022).
Hito
Y mis palabras que son torpes se deshilachan Cada cordel es un conducto Y tu pensamiento se escurre, La gravedad lo llevará a lo profundo Y quizá entiendas más cosas de las que deberías Y quizá esa profundidad lunar se te haga familiar, Entonces lo aparente será un recuerdo. Tu cuerpo volcánico conocerá el agua, mis aguas Habitaremos tierra firme, tierra fértil Los hilos crecerán como pasto Podremos tocarlos con los pies Jugar a estar descalzos. Entre párrafos, los cordeles nos crecerán como enredaderas Como venas fecundas Como dagas de guerra, Ésas que delimitan nuestra tierra Que dan forma a nuestros cabellos Que perforan la piel Y escriben en los árboles. Quizá ésa sea nuestra tumba Quizá sea nuestro comienzo O quizá los hilos se consuman con tu forma cáustica Y no lleguemos tan lejos.
Un Cuento
Una niña y un bosque Vaya imagen tan conocida, Ella dormía Sin lobos, ni brujas Ni figuras sombrías sin rostro.
La tarde y el bosque Una imagen anaranjada Con aves, hojas Humedad y huellas Eco Pasos
La niña y un sueño Una espera eterna Con espereza, con deseo La tópica, torpica, ¿torpe? … idea del amor
La tarde y una niña Un momento casi eterno El eco de los hachazos, la madera Luego más pasos, un extraño Una niña.
Un bosque y un sueño El hacha, la soledad Y una imagen tan onírica tendida ante sus ojos.
Una tarde sin sueño Aves volando, unos gritos Pobre niña, Vaya imagen tan conocida.
De semillas
Atascado sobre madera muerta, Bajo aleteos inconfundibles
Semillas en sus manos La vejez en las semillas…
Te preguntas quién soy Yo me pregunto lo mismo
Yo te pregunto lo mismo Tú te preguntas…
Atascado sobre piedras centenarias, Bajo las campanas del medio día
Semillas en sus ojos El futuro en las semillas…
¿Reconoces quién soy? ¿Reconoces tú rostro? ¿Tan dividido está el tiempo? ¿Tan repartida está esta mente?
Atascado sobre carne y patria, Bajo la marcha cotidiana
Semillas en nosotros, Las palomas se las comen de a poco…
Bocanadas
Otro más Ya va siendo el tercero Otro niño Otro niño de humo
Ese último giraba muy rápido Era como un recuerdo Pero en lo que iba subiendo Se fue viendo ajeno…
Aquello que entra me va desgarrando Aquello que entra me va arrancando por pedacitos Y sale victorioso Se diluye en el aire
Otro más Ese blandía inocencia entre sus manos Pero se fue deshaciendo Desnudando hasta desaparecer
Dime que sucede después ¿A dónde van cuando solo quedan las colillas Cuando el alquitrán va tomado mi lugar etéreo Dime si me puedo ir con ellos?
Otro y otro más Y algo de vértigo Y de ellos quedan cenizas
Tramas es el primer libro de poemas de Diego López Koenhnke, quien antes ya había publicado un libro de cuentos (Malescritos, 2019) y grabado un disco (Exis, 2020). Hay en el libro una simbiosis entre palabra y dibujo, donde las líneas se intersectan en la configuración multidimensional de un universo de significados que se reflejan y complementan creando un continuum entre poema e ilustración. En el prólogo de Tramas, Claudia Daza Durán anota que: “su propuesta sale del pecho como si fuera un lobo, un animal que te cruza entero hasta hacerte pisar su tierra firme. Se desnuda en dibujo y nos desnuda en palabras, nos lleva al juego de palabras y a los cierres narrativos, porque narra poéticamente, desde la línea de sus ilustraciones hasta el sonido de sus finales en punto.”