La curiosa popularidad de Gabriel René Moreno entre los intelectuales progresistas

H. C. F.  Mansilla

Mauricio Souza Crespo ha escrito un texto muy interesante como introducción a una edición crítica de la obra más conocida de Gabriel René Moreno: Últimos días coloniales en el Alto Perú. En esta labor meritoria Souza Crespo analiza el proceso muy complejo de la lectura y los actos concomitantes de la interpretación y la escritura – el “último refugio”[1], en las esclarecedoras palabras de Souza – que caracterizaron la identidad de Moreno. Creo que puedo comprender el estado de ánimo de Moreno, guarecido precariamente en medio de sus papeles y libros como consuelo existencial, porque me pasa algo similar: la “fidelidad a las ruinas”[2] que deja habitualmente el solitario oficio de pensar y escribir, es algo que, compelido por un destino adverso, debo practicar cotidianamente desde la juventud.

Aquí es indispensable recordar que algunos de los más ilustres intelectuales bolivianos[3] escribieron biografías y estudios críticos sobre Moreno de muy diversa condición y calidad, como por ejemplo Valentín Abecia, René D. Arze Aguirre, Josep M. Barnadas, Ramiro Condarco Morales, Tristán Marof, Gunnar Mendoza, Edgar Oblitas, Roberto Prudencio, José Luis Roca, Hernando Sanabria, Juan Siles Guevara, Marcelo de Urioste y Humberto Vázquez Machicado. Los Últimos días coloniales en el Alto Perú es uno de los libros que más reediciones ha tenido en este país.

Por todo ello es muy difícil decir algo original sobre Moreno y sus comentaristas. Me limitaré a dos temas que preservan hasta hoy una cierta importancia, aunque tampoco tienen algo realmente novedoso: el estudio de las mentalidades colectivas y la filosofía de la historia.

Intento de genealogía intelectual: Souza Crespo construye precursores aceptables para René Zavaleta Mercado

Siguiendo una tendencia que se ha transformado en universal, Souza Crespo ha propuesto una genealogía intelectual[4] de alto calibre, que comenzaría con Bartolomé Arzans de Orsúa y Vela y terminaría provisionalmente con Jaime Saenz, pasando por Gabriel René Moreno, Nataniel Aguirre y René Zavaleta Mercado, para conferir un aura de distinción y antigüedad a una línea relativista y postmodernista en los campos de la historiografía, las ciencias sociales y la literatura, que, con una mixtura de marxismo diluido a la moda del día, se ha convertido hoy en la corriente predominante y, en realidad, obligatoria del quehacer intelectual boliviano. Esta corriente es complementada por una idea organicista-telurista de pueblo, línea concebida por distinguidos intelectuales como Franz Tamayo, Carlos Medinaceli, Jaime Mendoza, Carlos Montenegro y Roberto Prudencio, y también por los ideólogos del nacionalismo revolucionario y por los propagandistas contemporáneos del indianismo y tendencias afines[5].

Este designio, con todas sus complejidades y sus variantes temporales, está muy enraizado en la evolución socio-cultural del país. La extraordinaria difusión del mismo se debe a que corresponde a un sentido común muy extendido, a un modo de pensar y obrar que ha variado relativamente poco en el curso de los siglos. La inclusión de teoremas relativistas y postmodernistas, la utilización de un lenguaje académico de calidad supranacional y un ahora débil murmullo izquierdista, entre otros factores, no deberían hacernos olvidar que la genealogía propuesta por Souza Crespo es básicamente conservadora, en el sentido de reproducir convenciones intelectuales y rutinas culturales que vienen de muy atrás.

Se puede percibir desde la época colonial la persistencia de una mentalidad autoritaria y asimismo antirracionalista, antiliberal y antipluralista, tolerada y hasta legitimada por destacados pensadores. Como asevera Erika J. Rivera en un estudio sobre la historia de la filosofía liberal en Bolivia[6], esto no quiere decir, por supuesto, que no hayan existido desde el siglo XVI en el Alto Perú, algunos intentos importantes que podemos calificar como racionalistas, porque ellos incluyeron, aunque haya sido de manera incipiente y a menudo indirecta, una crítica a las tradiciones político-culturales prevalecientes en su momento, un reconocimiento del valor superior del individualismo sobre el colectivismo, algunas alusiones a la libertad de consciencia y a las libertades clásicas de cuño político y una apelación a la propiedad privada, al mercado y al comercio libre en cuanto factores de progreso histórico[7]. Lamentablemente estos elementos no emergen en la notable obra de Gabriel René Moreno y en los autores que conforman la genealogía intelectual propuesta por Souza Crespo. Y precisamente este punto puede explicar la popularidad de que goza este autor en la actualidad, entre intelectuales progresistas y también en círculos conservadores.

El magma antiliberal

La atmósfera cultural y política en Bolivia a partir de 1920 fue calificada por Pablo Stefanoni como el “magma antiliberal”[8]. Basado en una investigación exhaustiva de fuentes documentales, este autor llega a la conclusión de que el antiliberalismo ha sido la fuerza aglutinadora de la política y de la cultura bolivianas después de la caída del Partido Liberal (1920). El antiliberalismo fue y es el caldo de cultivo tanto de concepciones filosóficas como de programas políticos, de modas literarias y de experimentos artísticos. Fue y es el denominador común de doctrinas conservadoras y nacionalistas, pero también de tendencias revolucionarias, socialistas, teluristas e indianistas. Sus rasgos principales eran y son el radicalismo verbal y el inconformismo con la situación general del país y del mundo, complementados con un entusiasmo algo ingenuo em favor de soluciones radicales y con una gran imprecisión a la hora de definir políticas públicas concretas. Se nutrió del romanticismo que nació como respuesta al racionalismo de la Ilustración y como alternativa al ámbito de las alienaciones modernas que tanto marxistas como conservadores atribuían al orden industrial y urbano, basado en la ciencia y la tecnología, por un lado, pero también en la deshumanización de las relaciones sociales, por otro. Sobre esta temática afirma Erika J. Rivera:

“Los valores normativos liberales, el Estado de derecho, el pluralismo ideológico y la alternancia en el poder fueron sustituidos por otros valores que parecían ser mucho más poderosos y preñados de futuro: el vitalismo, el juvenilismo, el socialismo y hasta el totalitarismo”[9].

El juvenilismo (cuyo gran representante fue Augusto Céspedes) resultó ser excepcionalmente fuerte en Bolivia por la contraposición entre lo viejo, lo caduco y lo desautorizado por la historia, que era obviamente lo liberal-democrático, por un lado, y lo nuevo, lo vigoroso y lo actual, por otro, que era, por supuesto, la posición que celebraba un Estado unitario y emprendedor y un régimen que propugnaba enérgicas modificaciones de todo tipo (aunque la mayoría de ellas se quedaba en una conveniente oscuridad conceptual).

El representante más importante de esta corriente ideológica fue René Zavaleta Mercado. En 1976 Zavaleta exhibió su antiliberalismo y antidemocratismo al afirmar que los “llamados derechos del hombre o del ciudadano” constituyen sólo “la explicitación en la política” de la acumulación y reproducción del capitalismo. Y añadió:

“Debe decirse, por otra parte, que puesto que todo Estado es en último término una dictadura, la democracia burguesa es, en consecuencia, el grado de democracia necesario para que la dictadura de la burguesía exista y también el grado de democracia que puede admitir la burguesía sin perder su dictadura”[10].

Este testimonio de un espíritu antidemocrático habla por sí mismo, máxime si Zavaleta asevera claramente que no es “un interés del socialismo el desarrollo de la democracia”[11]. Haciendo gala de un leninismo radical que ya por entonces (1978) estaba desprestigiado, nuestro autor sostiene categóricamente que “la dictadura es el carácter del Estado” y un “elemento constitutivo del Estado como tal”. Y continúa: “Donde hay clases, habrá dictadura. La dictadura es la forma de manifestarse de la organización de una sociedad con clases”[12]. Y en su celebrado ensayo Cuatro conceptos de la democracia (1981) nos dice – haciendo malabarismos sofistas – que la democracia está contenida en la dictadura y, aún más, que “la democracia existe sólo en razón de la naturaleza de la dictadura para la que existe”[13].

Como resumen de la actitud general de los intelectuales progresistas en Bolivia se puede aseverar lo siguiente. Liberal suena a un exceso de libertad, a un intento de no acatar las normas generales del orden social y al propósito de diferenciarse innecesariamente de los demás[14]. Las consecuencias práctico-políticas de la modernidad racionalista y liberal no han sido aceptadas del todo en el ámbito boliviano, donde siguen produciendo una especie de alergia colectiva. El ejercicio efectivo de las libertades políticas y de los derechos humanos nunca ha sido algo bien visto por la colectividad boliviana de intelectuales. Francisco Colom ha postulado la tesis de que los diferentes modelos sociales en América Latina han preservado un poderoso cimiento que puede ser caracterizado como católico, antirracionalista, antiliberal y proclive a la integración de todos en el conjunto preexistente. Por ello las sociedades latinoamericanas siempre se organizan y reorganizan según principios orgánico-jerárquicos y anti-individualistas[15]. El historiador Richard M. Morse tenía una opinión distanciada frente al liberalismo racionalista, pero sostenía que la cultura política latinoamericana tolera la libertad individual sólo como sometimiento bajo un Estado fuerte que posee el monopolio de la justicia. Ello sucede porque la cultura política del Nuevo Mundo sigue siendo básicamente católica, aún entre sus detractores ateos[16].

La persistencia del antiliberalismo en un orden social conservador

Menciono un ejemplo de la vigencia persistente de esta corriente antiliberal de pensamiento. Gabriel René Moreno calificó al gobierno de José María Linares (1857-1861) como una “tiranía”[17] en su texto titulado escuetamente Nicomedes Antelo, un ensayo relativamente largo de este autor y probablemente el más confuso y peor estructurado, donde Moreno da rienda suelta a algunos prejuicios racistas y discriminatorios[18]. En este escrito, mencionado por Souza Crespo[19], Moreno se refiere a un ensayo de Nicomedes Antelo, titulado: Un nuevo Tigrón y con frac. Alerta a los cronistas de América[20].

Aquí me baso en otro texto de Erika J. Rivera para recuperar lo positivo de la herencia liberal en Bolivia y para criticar a Antelo y a Moreno[21]. El “nuevo Tigrón con frac” resulta ser, por supuesto, José María Linares. En un lenguaje moderno podemos afirmar que Antelo reprocha al liberalismo su carácter cosmopolita, su poco respeto por la religiosidad popular, sus intentos de importar la cultura racionalista de Europa y su carácter elitista[22]. Es decir: el liberalismo y el racionalismo habrían sido doctrinas foráneas, individualistas y poco respetuosas de las tradiciones propias. Antelo, un personaje fundamentalmente conservador, elaboró una defensa, igualmente vehemente, de los gobiernos populistas presididos por los generales Manuel Isidoro Belzu y Jorge Córdova[23].

Esta posición –que no fue criticada por Moreno, cuyo padre fue un connotado belcista[24] – representa hasta hoy el núcleo populista-conservador que se arrastra desde la Independencia: la defensa de lo nacional-popular (en el lenguaje de Zavaleta). El ensayo de Antelo es también importante porque nos muestra que la aversión al individualismo, a la meritocracia y al intercambio cultural con el exterior representa algo que proviene de vieja data y que es compartido por posiciones tanto de derecha como izquierda. En algunos aspectos Antelo tuvo una cierta influencia sobre Moreno[25].

Apoyado en el historiador Herbert S. Klein[26], quisiera defender este primer intento de liberalismo en el país. No lo hago por el vínculo de parentesco que me une con la casa Linares[27], sino porque este presidente – dicho en un lenguaje actual – trató de establecer reglas de convivencia pacífica en el plano político-ideológico, intentó introducir principios liberales en el plano económico y comercial y se esforzó en reducir la influencia cultural del catolicismo anacrónico y dogmático. Hoy en día esta referencia al catolicismo puede parecer anacrónica e insustancial. En la actualidad el anticlericalismo de Linares tiene todavía una cierta relevancia porque muchos intelectuales de izquierda y de derecha han heredado una mentalidad dogmática, antirracionalista y adversa a comprender los motivos y los intereses de los otros – los opositores y simplemente los pertenecientes a otras etnias, grupos y credos –, y este legado cultural fue conformado por la fortaleza del catolicismo como principal manifestación cultural durante siglos, que en su forma secularizada sigue vigente.  El de Linares fue un designio racionalista que hasta hoy es muy escaso y muy necesario en el mundo andino[28].

La continuidad de la cultura política del autoritarismo

Desde la época colonial la mentalidad autoritaria ha sido acompañada por una visión excesivamente optimista referida a la dotación con recursos naturales[29], visión que deja vislumbrar un claro desconocimiento del ancho mundo, algo habitual en un orden social cerrado sobre sí mismo. Así la describe Moreno:

“Pensaban que el universo mundo vivía celoso de la hermosura sin igual del Alto Perú. Tenían por seguro que el género humano se mordía de codicia las uñas por las minas argentíferas de Chucuito, Oruro, Aullagas, Lípez, etc., etc. Todo esto sentido con ingenuidad quisquillosa y dicho con vertical aplomo”[30].

Poco antes Moreno había criticado la mentalidad prevaleciente en aquellos días, que él atribuye, entre otros factores, a los “doctores dos-caras”: la aversión colectiva a lo foráneo y cosmopolita era complementada mediante un nacionalismo provinciano y pueblerino y por una atmósfera social influida por los chismes, los enredos y las intrigas, es decir: por una desconfianza y una hipocresía liminares[31]. Souza Crespo analiza la complejidad del problema, pero llega a la lamentable conclusión de que los doctores dos-caras – el “rumor malicioso” – pueden trabajar, aunque sea involuntariamente, en favor de una lógica política emancipatoria[32]. Esto suena muy actual, en consonancia con las corrientes relativistas y con los amantes de las paradojas. Pero: la cultura política contemporánea en Bolivia y en gran parte de América Latina entorpece una convivencia razonable de los humanos y perpetúa la atmósfera de corrupción e inseguridad jurídica que se arrastra desde la época colonial. La lógica política emancipatoria, que celebran Souza Crespo y autores afines, permanece en el ámbito de las buenas intenciones, no perturbando la marcha de los asuntos cotidianos en el presente. Y esto ocurre por la ausencia de valores basados en la confianza social, en la previsibilidad de las acciones humanas y en el Estado de derecho[33].

Conclusiones provisionales

 La filosofía de la historia que se halla detrás de la cultura política rutinaria y convencional y, en el fondo, detrás de los doctores dos-caras, es aquella que se opone a la ética de la responsabilidad y a la búsqueda de objetividad y verdad. El corolario de la concepción de Souza Crespo es deprimente: el acercarse a la verdad histórica sería algo “desafortunado”[34]. Souza Crespo y los relativistas se oponen a la concepción de la objetividad histórica, inclusive a todo acercamiento a este valor normativo, por más modesto que fuere, y por consiguiente rechazan todo paradigma que proviene del ámbito occidental. Suponen que toda referencia al modelo de la democracia pluralista se transformaría en un registro de carencias, desfavorable para las naciones del Tercer Mundo, y así rehúsan toda comparación entre la situación boliviana y alguna sociedad más avanzada. Esta aversión a las comparaciones – una actitud fundamentalmente conservadora – presupone que hay algo incomparable, único y sagrado en la identidad boliviana, una esencia incólume al paso del tiempo y a los procesos históricos, que hay que preservar a toda costa, aunque sea justificando a regímenes autoritarios.

No hay duda de que Souza Crespo marcha con las modas del momento. Cuando se establece un sentido común en cualquier sociedad, es arduo el ir contra él o hasta criticarlo levemente, puesto que el sentido común se halla firmemente anclado en los pre-juicios colectivos más sólidos, que son considerados como verdades indubitables. Afirma Souza refiriéndose a Zavaleta, lo cual puede ser ampliado a Moreno: “La célebre complejidad de su escritura, por eso, no es ni un lujo ni un adorno, sino respuesta a las necesidades del análisis de una historia en movimiento”[35]. Y en otro lugar defiende Souza con vehemencia el modo barroco, rebuscado y frondoso de la prosa moreniana y zavaletiana, con el argumento de que el “estilo llano” genera “frivolidades”[36]. Es decir: quien escribe en forma clara, precisa y breve no comprende las complejidades del asunto tratado y menos aún puede expresarlas de manera adecuada. En el seno de las modas postmodernistas actuales – entre las cuales Souza Crespo se mueve con entera facilidad y aceptación – se supone a priori que la oscuridad del estilo corresponde a la profundidad del contenido.

En defensa de Mauricio Souza Crespo se puede decir que su ensayo introductorio en torno a Gabriel René Moreno pertenece exclusivamente al terreno de la crítica literaria y que este autor no intentó esclarecer asuntos políticos e históricos. No hay duda de que es un texto sobre otro texto, y este último, a su vez, constituiría también un texto sobre textos. Y así en una progresión ilimitada de referencias confusas. Esto coincide con las modas literarias e intelectuales del momento y representa una excusa, hoy aceptada como argumento válido, para no querer percibir la naturaleza autoritaria de sistemas sociales y para no emitir juicios claros en torno a autores ambiguos.


[1]   Mauricio Souza Crespo, Estudios introductorio: Ruinas sobre ruinas: la escritura de la historia en Gabriel René Moreno, en: Gabriel René Moreno, Últimos días coloniales en el Alto Perú, edición de Mauricio Souza Crespo, La Paz: Biblioteca Boliviana del Bicentenario 2023, pp. 9-90, aquí p. 10.

[2]   Ibid., p. 10.

[3]  Aquí solo se consignan los estudios más importantes y de fácil acceso: Josep M. Barnadas, Gabriel René Moreno (1836-1908). Drama y gloria de un boliviano, La Paz: ediciones altiplano 1988; Ramiro Condarco Morales, Grandeza y soledad de Moreno. Esbozo bio-bibliográfico, La Paz: Talleres Gráficos 1971; José Luis Roca, G. René-Moreno, el hispanoamericano, La Paz: Plural 2008; Juan Siles Guevara, Gabriel René Moreno, historiador boliviano, La Paz: Amigos del Libro 1979; Marcelo de Urioste, La aromática flor de los escombros. Ensayos sobre Gabriel René Moreno, Santa Cruz de la Sierra: Universidad Autónoma Gabriel René Moreno 2010; Humberto Vázquez-Machicado, La sociología de Gabriel René Moreno, Buenos Aires: Editorial Cultura Boliviana 1936.

[4]   Mauricio Souza Crespo, op. cit. (nota 1), p. 15.- Esta línea de pensamiento fue esbozada anteriormente por Leonardo García Pabón, La patria íntima. Alegorías nacionales en la literatura y el cine de Bolivia, La Paz: Plural 1998.

[5]   Sobre la pasión colectiva de patriotismo y amor al país, que emerge a menudo como un “nacionalismo romántico”, cf. Walter Sánchez Canedo, Presentación, en: Gabriel M. Soto Villegas, Las ideas liberales sobre la nación boliviana (1898-1920), Cochabamba: edición privada 2020, pp. 11-16, especialmente p. 15. 

[6]   Erika J. Rivera, Filosofía política liberal en Bolivia, La Paz: Rincón Ediciones 2020, pp. 31-36.

[7]   A esta actitud general pueden deberse el olvido y el silencio que siempre rodearon la brillante obra de Victorián de Villava, Discurso sobre la mita de Potosí [1793], cuya única fuente de acceso de halla como introducción en: Ricardo Levene, Vida y escritos de Victorián de Villava, Buenos Aires: Peuser 1946, pp. I-CXXX.

[8]   Pablo Stefanoni, Los inconformistas del Centenario. Intelectuales, socialismo y nación en una Bolivia en crisis (1925-1939), La Paz: Plural 2015, pp. 16, 20, 84-85, 184, 258-264, 328-330, 345.

[9]   Erika J. Rivera, Filosofía política liberal…, op. cit. (nota 6), pp. 68-69.

[10]   René Zavaleta Mercado, El fascismo y la América Latina [1976], en: René Zavaleta Mercado, Obra completa. Ensayos 1975-1984, compilación de Mauricio Souza Crespo, La Paz: Plural 2013, tomo II, pp. 413-419, aquí p. 414; René Zavaleta Mercado, Notas sobre fascismo, dictadura y coyuntura de disolución [1978], en: Obra completa, ibid., vol. II, pp. 459-469, aquí p. 464.

[11]   René Zavaleta Mercado, El fascismo…, op. cit. (nota 10), aquí p. 414.

[12]   René Zavaleta Mercado, Notas…, op. cit. (nota 10), p. 464.

[13]   René Zavaleta Mercado, Cuatro conceptos de la democracia [1981], en: Obra completa, op. cit. (nota 10), vol. II, pp. 513-529, aquí p. 516.

[14]   Cf. sobre esta temática: Octavio Paz, La tradición liberal, en: Octavio Paz, Hombres en su siglo y otros ensayos, Barcelona: Seix Barral 1984, pp. 9-16; Loris Zanatta, El populismo, entre religión y política. Sobre las raíces históricas del antiliberalismo en América Latina, en: ESTUDIOS INTERDISCIPLINARIOS DE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE (Tel Aviv), vol. 19, Nº 2, julio-diciembre de 2008, pp. 29-44, aquí pp. 30-33, 37.

[15]   Francisco Colom González, La tutela del «bien común». La cultura política de los liberalismos hispánicos, en: Francisco Colom González (comp.), Modernidad iberoamericana. Cultura, política y cambio social, Madrid: Iberoamericana / Vervuert / CSIC 2009, pp. 269-298, aquí pp. 291-292.

[16]   Richard M. Morse, El espejo de Próspero. Un estudio de la dialéctica del Nuevo Mundo, México: Siglo XXI 1982, pp. 84-85, 114.

[17]   Gabriel René Moreno, Nicomedes Antelo, en: Gabriel René Moreno, Bolivia y Argentina. Notas biográficas y bibliográficas, edición de José Luis Roca, La Paz: Don Bosco 1989, pp. 97-149, aquí p. 142.

[18]   Ibid., pp. 106, 113, 117-118, 120.

[19]    Mauricio Souza Crespo, op. cit. (nota 1), p. 12.- En la p. 17, nota 11, Souza Crespo hace algunas aclaraciones bien fundamentadas sobre el presunto racismo de Moreno. Como dice Souza Crespo con toda razón, en este texto no se sabe a ciencia cierta si Moreno habla por sí mismo o si refiere opiniones de Antelo.

[20]   Nicomedes Antelo, Un nuevo Tigrón y con frac. Alerta a los cronistas de América. Algo de viejo y de nuevo sobre la política sudamericana, La Paz: Plural 2017 (nueva edición a cargo de Hernán Pruden; la primera edición se publicó en Salta, Argentina, en 1860).- El editor Hernán Pruden también se muestra cauteloso en relación a las posibles expresiones racistas de Antelo. Cf. Hernán Pruden, Presentación, en: ibid.., pp. 9-15, especialmente pp. 10-13.

[21]   Erika J. Rivera, Historia crítica de Bolivia. El periodo liberal, La Paz: Rincón Ediciones 2022.

[22]   Nicomedes Antelo, op. cit. (nota 20), pp. 37-39, 49-51.

[23]   Es muy conocida la apreciación básicamente positiva del gobierno de Manuel Isidoro Belzu de parte de intelectuales progresistas. Existe una abundante literatura sobre este tema. El fundamento precursor de la misma se halla en: René Zavaleta Mercado, Lo nacional-popular en Bolivia, en: René Zavaleta Mercado, Obra completa, op. cit. (nota 10), tomo II, pp. 143-379, aquí pp. 238-241.- Cf. también: Andrey A. Schelchkov, La utopía social conservadora en Bolivia: el gobierno de Manuel Isidoro Belzu 1847-1855, La Paz: Plural 2011.

[24]  Sobre la afiliación política del padre de Moreno, cf. Mauricio Souza Crespo, op. cit. (nota 1), p. 19, nota 14.

[25]   Sobre las ideas que subyacen a la posición de Antelo y Moreno, véase Marie-Danielle Demélas, Darwinismo a la criolla: el darwinismo social en Bolivia 1880-1910, en: HISTORIA BOLIVIANA (La Paz), vol. I, Nº 2, 1981.

[26]   Herbert S. Klein, Bolivia. The Evolution of a Multi-ethnic Society, New York: Oxford University Press 1982, pp. 130-132.

[27]    Añado a propósito esta alusión de carácter personal para molestar a un posible lector de inclinaciones progresistas. De acuerdo a esta posición, uno siempre tiende a reproducir los prejuicios del orden social donde se formó. De ser cierta esta tesis infantil e infantilista, la humanidad nunca habría salido de las cavernas prehistóricas.

[28]   Sobre este tema cf. Roberto Laserna (comp.), Libertad y liberalismo en Bolivia, La Paz: Fundación Milenio 2016.

[29]   Sobre la percepción colectiva de los recursos naturales cf. dos publicaciones importantes: Guillermo Francovich, Los mitos profundos de Bolivia, La Paz: Amigos del Libro 1980; Fernando Molina, El pensamiento boliviano sobre los recursos naturales, La Paz: Pulso 2009.

[30]   Gabriel René Moreno, Últimos días coloniales en el Alto Perú, edición de Hernando Sanabria Fernández, La Paz: Juventud 1997, p. 299.

[31]   Ibid., pp. 296-298.

[32]  Mauricio Souza Crespo, op. cit. (nota 1), pp. 57-58.

[33]   Lo que descuidan sistemáticamente las tendencias postmodernistas y populistas: las complejas relaciones entre la creación de prosperidad económica y la preexistencia de un clima de confianza social. Cf. Francis Fukuyama, La confianza, Madrid: Ediciones B 1998.

[34]   Mauricio Souza Crespo, op. cit. (nota 1), p. 34.

[35]   Mauricio Souza Crespo, Las figuras del tiempo en la obra de René Zavaleta Mercado, en: René Zavaleta Mercado, Obra completa, op. cit. (nota 10), tomo II, pp. 11-30, aquí p.16.

[36]   Mauricio Souza Crespo, Apuntes sobre la obra de René Zavaleta Mercado, 1957-1974: ahora sé por qué hubo quienes pensaban que conocer es recordar, en: René Zavaleta Mercado, Obra completa, op. cit. (nota 10), tomo I, pp. 11-28, aquí p. 17.

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