Túnicas de Luz Mary Giraldo

Benjamín Chávez

Este pequeño libro (son 20 poemas breves), ha sido publicado por La Chifurnia, en la colección Eternoretornógrafo, el feliz emprendimiento editorial que lleva adelante el caro Otoniel Guevara, en El Salvador.

El viejo símil entre tejer y escribir es aquí nuevamente convocado para decir el mundo desde una postura que denota una labor sin aspavientos, precisamente, la labor de tejer. Y esa acción es también asumida como acto de creación. Hasta aquí todo muy claro, incluso obvio. Pero es ahí que Luz Mary Giraldo, su autora, inserta en su escritura un matiz significativo, cuando sugiere que el crear es también descubrir y entonces, el acto genésico como patrimonio exclusivo de los dioses se torna humano porque el hombre no crea ex nihilo, no puede hacerlo, sino que, al “descubrir”(en el sentido de manifestar presencia de algo), lo que se crea es un nuevo significado a algo ya dado y, de ese modo, el acto creador desciende de los cielos para instalarse en la tierra junto a los hombres (y las mujeres, obviamente).

Por otro lado (o por lo mismo), a diferencia de la eternidad, donde el tiempo no existe, el hombre es un ser temporal y está condenado a realizar todo lo que intente dentro de ese universo gobernado por el tiempo: “mientras persigues un verso inútil/ que haga explosión/ para empezar de nuevo.” (poema: Sin nada entre las manos).

Ahora bien, ¿cuál es el elemento, la herramienta que permite crear en esta tierra, desprovistos, como estamos, de atributos celestiales? En Túnicas, la autora apela, como ya se habrá intuido, al lenguaje como poder creador. Así, este libro se inscribe en la larga tradición escritural que postula esta más que milenaria idea. Giraldo sabe muy bien, claro, que ese poderoso instrumento tiene límites, límites de los que los humanos, no solo estamos conscientes, sino de los que incluso somos víctimas. No obstante, en Túnicas se apuesta e insiste por la utilización de esa herramienta Las puertas se cierran una detrás de otra/ como bóvedas/ y nadie puede abrirlas con sus manos./ Yo intento abrirlas con mis palabras (poema: Estado de alarma).

En un mundo poblado de gerundios: gato lamiéndose despacio/ perro ladrando en la mitad del sueño/ pájaro cantando al comenzar el día/ mientras tejen su tela las arañas. (Poema: Como un centinela), escribir es como costurar y, mientras pasan los días, las noches, hora tras hora, la vida de una costurera se va en escribir, o la de una escritora en costurar. Ambas crean, al incidir una punta sobre una superficie, para decirlo de manera cercana a una cotidianidad que está muy presente en los poemas del libro.

A grandes rasgos, diría que hay un asunto que atraviesa por estas páginas, como una túnica que se arrastra y, más que ecos de pasos y huellas, deja una estela que amenaza con borrar lo escrito ante la propia mirada del lector, para luego reintentar su escritura. Este asunto es la vida (con su inacabable variedad de minucias) y su posibilidad de ser escrita y, así, ser vivida plenamente. La poeta nos dice que la vida pasa y reclama atención. Algo pide ser dicho mientras cada humano vive lo suyo, y por eso hay que escribir sobre lo que se ve y se siente, insistiendo en la utilización de la herramienta del lenguaje, con ingenio, creatividad y algo de tozudez.

Luz Mary Giraldo tiene una decena de poemarios publicados, nació en Ibagué, Colombia, en 1950 y, además de poeta, es ensayista, antóloga, profesora universitaria y gestora cultural. Como muestra de su escritura, leamos el poema “Para calmar la sed”.

Silencio:/ el olvido muerde el alfabeto./ Apoyo mi cabeza sobre tu hombro/ como si todo acabara./ Apoyo la soledad y escribo en el vacío:/ se ahoga el peso de una letra aún sin pronunciar/ sonido hueco/ fatiga en la sombra./ Busco en el remoto abecedario/ una palabra para colgar mi voz/ solo una/ que caiga sobre el pecho/ o en el hueco de las manos vacías./ En la más larga de las noches/ una palabra para calmar la sed.

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