Este texto de respuesta al discurso de Suárez, fue leído en el acto especial de la Academia Boliviana de la Lengua.
Blithz Lozada Pereira[1]
Cumpliendo las labores de vicedirector de la Academia Boliviana de la Lengua, es un gusto para mí en esta ocasión, leer mi alocución de respuesta al discurso del doctor Hugo José Suárez Suárez que acabamos de escuchar, titulado: “Escribir: Por una narrativa sociológica”. Inmediatamente después, procederemos al acto formal de ingreso a la Corporación del Dr. Suárez, en calidad de miembro de número que ocupará la silla “E”, letra mayúscula, otrora ocupada por el académico nacido en Santa Cruz de la Sierra, el abogado y periodista Pedro Rivero Mercado.
Permítanme, distinguido público, presentar brevemente al doctor en Sociología, Hugo José Suárez Suárez, a quien conozco desde poco menos de 30 años y en quien encontré a un consumado escritor e investigador, siempre motivado por relacionar la creación literaria con los contenidos científicos que proveen las disciplinas sociales y humanísticas que él cultiva, particularmente, la Sociología, la Historia, la Antropología, la Teología, el periodismo y el análisis político y cultural. En estos campos de desarrollo inter-disciplinar, como el mismo recipiendario afirma, los ámbitos de interés que investiga, incluyen, en especial, la sociología de la religión y de la cultura, las prácticas religiosas —como las investigadas en México donde reside actualmente- la sociología visual y la metodología cualitativa, además de los estudios sobre la cultura política en Bolivia y los análisis de coyuntura.
Hugo José Suárez se ha doctorado en Sociología por la Universidad Católica de Lovaina, constituyéndose en docente e investigador de varias universidades de prestigio mundial. Su licenciatura la obtuvo en México, en la Universidad Autónoma Metropolitana; concluyó dos maestrías, una en Ciencias de la Religión otorgada por la Universidad Católica de São Paulo y otra por la Universidad Católica de Lovaina.
Hoy, su trabajo regular es en la Universidad Nacional Autónoma de México, país donde reside con la credencial de “investigador nacional”; asimismo, se ha desempeñado en la Universidad Sorbonne Nouvelle de París y, en la misma ciudad, en la Fundación Maison des Sciences de l´Homme, el Collège d´études Mondiales y el Instituto de Altos Estudios para América Latina. También fue docente en la Universidad Católica de Lovaina y participó en proyectos de investigación con auspicio de la Universidad de Columbia, en Nueva York, y de la Universidad Mayor de San Andrés, de nuestra ciudad. Ha impartido, tanto cursos de grado, como de postgrado, en universidades de América Latina y Europa.
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Hugo José Suárez tuvo la gentileza, en 1996, de invitarme a que presentara su primer libro titulado Laberinto religioso. Abusando de la generosidad de ustedes, también hablaré brevemente en esta alocución sobre tal obra primigenia del autor que contaba solo 26 años. Lo hice en el Paraninfo de la UMSA. Pocos años antes, él y yo contrajimos parentesco político puesto que me casé con su tía, María Isabel Gobilard Suárez. Me llamó la atención que el libro que presenté —referido a temas culturales de reflexión sociológica y temática religiosa en nuestro medio- incluya tópicos no azarosos; sino intensos en el alma y la mente del joven autor. Y es que el alma de Hugo José es auténtica y ávida de experiencias hondas, al grado, por ejemplo, de haber realizado los ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola con profunda seriedad.
Las temáticas de problematización, reflexión e investigación relevantes y propias, se ven con claridad en los 17 libros que Hugo José Suárez publicó hasta ahora como autor, en las 13 ocasiones en las que coordinó la publicación de igual cantidad de volúmenes y en los 60 artículos y capítulos que vieron la luz en revistas indexadas; además de la cantidad enorme de ocasiones en las que colaboró como redactor de periódicos y medios electrónicos en Bolivia, Bélgica y México.
Es recurrente advertir en la vasta producción intelectual de Hugo José Suárez, tanto el valor literario de sus narraciones como la autoría del académico con sólida formación disciplinar. Aunque no se las advierta inmediatamente, existen vibraciones ocasionadas por las pulsiones intensas que dirigen el deslizamiento de su pluma cuando escribe. Me refiero a que, por ejemplo, libros como París a diario, de 2022; Diario de La Paz, del mismo año y; antes, Un sociólogo vagabundo en Nueva York, de 2015, expresan las emociones íntimas y agudas del autor en ciudades rimbombantes que marcaron su vida, siendo sorprendente la delicadeza con la que percibe los detalles que constelan las historias y dan lugar a que el lector capture la esencia de las urbes, aprehendida gracias a la sensibilidad de Hugo José.
Sin embargo, sobre la sede de gobierno de Bolivia, el título Diario de La Paz no sería apropiado, porque el autor prefiere presentar los 102 textos que componen la obra, más como “cuadernos de notas” etnográficas, que como la llamada “sociología vagabunda”, iniciada en Nueva York y continuada en París. Además, la pesantez de La Paz le hizo difícil retratar con labilidad la esencia de la ciudad, porque se trata de la suya: su pasado y presente, sus emociones y recuerdos; su vida, en suma.
Con todo, el Dr. Suárez escribe para transmitir sus observaciones. Desde el primer día del diario de La Paz, que comienza el 1° de febrero de 2021, hasta el último que narra en febrero de 2022, hace ostensible el tiempo de inexorable virulencia de la pandemia de la Covid-19. Desde la víspera de su quincuagésimo primer cumpleaños, su libro Apuntes de un retorno —tal es el subtítulo de Diario de La Paz– reúne caóticamente lo que se le ocurre; permitiéndose constelar ingeniosamente lo irónico de la ciudad con los extremos inverosímiles, la gente desconcertante, sus ideas sueltas y los temas anodinos y peregrinos que se deslizan en las redes sociales como si fuesen significativos. Cada impresión tiene un impulso fuerte: narrarlo. Así lo hizo, por ejemplo, cuando en cafés de París, comenzó, continúo y terminó la escritura de su autobiografía.
Durante un año—desde febrero de 2021- Diario de La Paz, escrito día tras día en la reclusión forzada por la pandemia, refleja lo visto, sentido y pensado por el autor en el entorno sui géneris que estuvo marcado por la enfermedad; siendo La Paz la sede que impidió que se consumara otra mentira política más, como hubo tantas los 14 años precedentes a 2019.
Hugo José confiesa que tuvo tres libretas que, ulteriormente, las mezcló en la narración de los poco más de cien días rememorados por el diario. La libreta con frases e ideas de pensadores relevantes, siempre útil para seguir algún hilo conductor que exprese con concisión lo esencial de un tópico determinado. La segunda libreta, con orientaciones disciplinares para la actividad sociológica profesional y; finalmente, la tercera libreta de contenido personal e íntimo. La intersección casual o premeditada de los tres registros, constituiría lo que el Dr. Suárez enfatiza en su discurso de ingreso a la Academia Boliviana de la Lengua: la narrativa sociológica original, propia e inconfundiblemente personal, expresada a través de un texto de valor literario.
Diario de La Paz: Apuntes de un retorno, como señala el autor, se habría escrito también gracias a las decisiones personales que él tomó, como abrir cajas de recuerdos, de archivos, de escritos, objetos y libros, que fueron cerradas durante más de dos décadas. También, por decidir, en su año sabático, acompañado de sus dos hijas, recorrer la calle Harrington y mostrarles la casa donde su padre, José Luis Suárez Guzmán, fue acribillado a inicios de 1981, junto a siete dirigentes del Movimiento de la Izquierda Revolucionaria, por los paramilitares que acataron las órdenes criminales de los dictadores asesinos, Luis García Meza y Luis Arce Gómez, tiñendo de luto la historia de Bolivia.
No, La Paz no puede ser una ciudad más para el hombre viajero de espíritu cosmopolita que, como etnógrafo y aventurero urbano, tiñe sus escritos de evidente calidad literaria, clareando sus convicciones y vivencias. La sede de gobierno le pesa en el alma, porque además es la ciudad donde percibe se habrían desmoronado sus más caros anhelos políticos, ampliamente difundidos los primeros años del milenio.
En 2018, el Dr. Suárez coordinó la publicación de un libro de la UNAM con la participación de 15 autores, la mayor parte de ellos, bolivianos. Tituló ¿Todo cambia?: Reflexiones sobre el proceso de cambio en Bolivia. En la “Introducción”, redactada pocos meses después del 21 de febrero de 2016, día del referéndum nacional, escribió lo siguiente:
[…] este libro pretende contribuir a develar que la naturaleza del mismo [del “proceso de cambio”] es más una anomalía constitutiva que una linealidad programada. Esa complejidad y la poca claridad sobre su destino y desenlace, es lo que lo caracteriza.
Tanto en México como en Lovaina, Hugo José ha coordinado y dirigido la publicación de varios números de revistas. Cabe señalar, en primer lugar, la revista Cultura y representaciones sociales: Un espacio para el diálogo trans-disciplinario, del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, con 35 números publicados hasta la fecha. Siendo su director, ha enfatizado que la revista buscaría ampliar los contenidos publicados, diversificar los documentos y dar cobertura incluso a resúmenes de trabajos de grado y postgrado; además de fomentar ampliamente la producción intelectual universitaria.
Respecto de las publicaciones de la Universidad Católica de Lovaina, el Dr. Suárez es miembro de dos comités de redacción, los de la revista internacional de sociología de las religiones denominada Social Compass y de la revista Recherches sociologiques et anthropologiques.
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Hay investigaciones realizadas por el Dr. Suárez, donde se advierte su calidad profesional plasmada en estudios sociológicos que dan cuenta de tópicos de interés relacionados con la religión. En efecto, por ejemplo, en su libro de 2012, Ver y creer: Ensayo de sociología visual en la colonia El Ajusco, el autor muestra más gráficamente que con su prosa escueta, la diversidad de credos y ritos religiosos en las afueras de la ciudad de México. La obra, entregada a los comunarios a quienes fotografió, refleja la diversidad y las interrelaciones que se producen, por ejemplo, en el escenario de católicos, protestantes y quienes sostienen creencias con un fuerte contenido vernáculo, dando significado sagrado al espacio.
En 2015, su publicación Creyentes urbanos: Sociología de la experiencia religiosa en una colonia popular en la ciudad de México, trata también del barrio El Ajusco de la ciudad capital. En este caso, el libro estudia la acción de la Compañía de Jesús para que, mediante la instrumentación religiosa, los miembros de una comunidad de base se movilicen políticamente con actividades urbanas vinculadas a la fe.
El mismo interés motiva a su investigación, realizada de modo colectivo en la UNAM con el título: Guadalupanos en París. Se trata de un estudio para analizar cómo el catolicismo parisino influiría sobre los inmigrantes mexicanos en Francia y cómo dicha religión en Europa cambiaría por las particularidades de tales actores.
Desde muy temprano, Hugo José Suárez ha hecho de su producción intelectual una narrativa literaria, de manera que su escritura presenta “lo que lleva dentro”. Así lo ha confesado en su libro Sueño ligero: Memoria de la vida cotidiana, publicado en La Paz en 2012, donde enfatiza su calidad de sociólogo y muestra el fatum de su existencia, clasificando, explicando, relacionando, preguntándose y respondiéndose, aunque, felizmente, no de modo taxativo. En 54 relatos que aparecen como capítulos distribuidos en ocho secciones, escarba en su memoria desde la infancia, analiza sus experiencias cotidianas e intensas en La Paz, México y Europa; las narra con una escritura exquisita y un estilo laudable, de manera que convierte al lector en un cómplice de su propia existencia, invadiendo su memoria los olores, objetos y colores del pasado, los regalos del tiempo, las vivencias, los lugares, personajes y sorpresas que abundan. También sus pensamientos y sentimientos hasta que, al final, citando hace más de 10 años a Roger Bartra —también referido en su discurso de ingreso a la Academia Boliviana de la Lengua- indica que, seguramente como hoy, no volverá a radicar en nuestro país; aunque sí le gustaría pasar los años de su retiro y su vejez en la ciudad resguardada por el Illimani.
Personalmente, yo necesitaría más tiempo que, de modo razonable y con tolerancia, el lapso que se me ha concedido en esta ocasión. Me refiero al tiempo para exponer y valorar la obra de 30 libros que fueron escritos y compilados por Hugo José; aparte de sus 60 artículos publicados y sus innumerables contribuciones a periódicos en varias ciudades. Sin dicha prerrogativa, solo me resta citar algunos títulos, comenzando por los más recientes. Entre sus libros, que vieron la luz en México y Bolivia, aparte de los comentados en mi alocución, destacan los siguientes: La Paz en el torbellino del progreso: Una sociología de las transformaciones urbanas en la era del cambio en Bolivia (publicado en 2018) Bourdieu en Bolivia (de 2022) Hacer sociología sin darse cuenta: Una invitación (dedicado a su hija Canela en 2018) Viajar, mirar, narrar (de 2018) y Tertulia sociológica (que transcribe nueve entrevistas a notorios sociólogos contemporáneos en 2009). De las compilaciones y co-ediciones que hizo, destacan las que señalo a continuación: Formas de creer en la ciudad (coordinado en 2021) El Instituto de Investigaciones Sociales en el espejo: Conmemoración de sus 85 años (publicado en 2018) Sociólogos y su sociología: Experiencias en el ejercicio del oficio en México (de 2014) y, finalmente, El sentido y el método: Sociología de la cultura y análisis de contenido (de 2008).
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La lectura del texto y, ahora, la escucha del discurso del Dr. Hugo José Suárez antes de su ingreso a la Academia Boliviana de la Lengua, me ha impresionado de manera más que amena. Trata temas que rondan hace mucho al recipiendario. Las citas de poco menos de una treintena de escritores, filósofos, pensadores, sociólogos, críticos, etnógrafos y otros autores que incluye el texto, muestras breves y suculentas glosas que justifican y dan cuerpo a su principal tesis. Se trata de sustentar que es posible y sería muy conveniente desplegar una escritura que sea sociológica y narrativa al mismo tiempo, porque así se constituiría en sumamente persuasiva para el destinatario que aunaría el placer de la lectura con información académica de calidad.
Por lo mismo, pienso que, irónicamente, el discurso como la tesis misma, se encuentran tensionados, tanto por la pluma creativa del escritor talentoso como por el deseo del sociólogo riguroso de sustentar científicamente sus posiciones. En efecto, encuentro en cada línea del autor, cómo se desliza la tinta de quien, por una parte, ha sido testigo directo de situaciones intensas y, por otra, de quien quiere analizarlas y explicarlas causalmente. Sus textos expresan al autor con aptitud para narrar sus experiencias propias y de referir las vicarias, jalonado por el propósito de mostrarlas como si fuesen manifestaciones de una tesitura social específica. En fin, aun en la narrativa más individual que exprese los sentimientos, deseos y emociones del autor; surge de improviso la necesidad de ponerlas a la vista como parte de la realidad de un momento y un lugar, como si tuvieran que pasar así a cualquier persona.
Tengo la certeza de que ninguna narrativa ficcional, incluso de la pluma en español de los más depurados y celebrados escritores, por muy inverosímil que sea el contexto y las circunstancias de los sucesos narrados; está al margen de las experiencias del autor. Y no me refiero solamente a lo que de inmediato podría colegirse —las vivencias de amor romántico, por poner el caso- sino, miento el conjunto múltiple, contradictorio y diverso que irrumpe en la vida del autor. Son relaciones con personas de diverso carácter y procedencia, que realizan valores, preferencias y antivalores disímiles; existentes que tienen vicisitudes y tramas en ambientes sociales, económicos y culturales peculiares; componendas con varios protagonismos y papeles secundarios desplegados en cuentos de ocurrencia casi imposible y de ingeniosas disposiciones que anticipan el interés del lector por los dilemas que se generarán y por las decisiones que se necesitarán.
Por otra parte, y a la inversa, pienso que ningún objeto de estudio es elegido como fruto de la decisión objetiva y neutral, sin prejuicios ni interferencia de factores subjetivos. Ningún tópico de investigación científica en el campo social y de las humanidades —se trate del trabajo de sociólogos, lingüistas, antropólogos, historiadores, etnógrafos u otros profesionales- es realizado libremente: exento en absoluto, de factores personales, subjetivos y de cargas teóricas y metodológicas. Por muy grandes que sean los esfuerzos intentando mostrar que la elección del tema de investigación y la aplicación del enfoque metódico preferido fue impersonal, subyacen indefectiblemente, factores intermedios, ruidos y preferencias que marcan los productos con el sello del autor.
Como decía Thomas S. Kuhn, “toda percepción está teóricamente cargada”. Y sin duda lo está más si se trata de un sociólogo que, por muy alto nivel académico que ostente, es también un escritor. La producción sociológica del Dr. Suárez muestra que el autor es consciente de que su trabajo profesional está preñado de lo que es propio del escritor y no del cientista social abstracto. Que se deslice la componente ficcional en su creación intelectual no obsta para que el profesional, académico e investigador despliegue una narrativa de estilo propio que, ofreciendo formación y conocimiento sociológico nuevo, está muy cerca también de las obras literarias de valor reconocido. Además, por la presentación de sus libros que en muchos casos siguen el orden cronológico fáctico, de acuerdo a las fechas de los escritos y de los artículos que los forman, es posible afirmar que la obra del recipiendario se anida entre los textos ficcionales con valor de cronología periodística, allende el conjunto de limitaciones que surjan en el género.
Al apreciar, también subjetiva y sesgadamente la obra de Hugo José, me parece que su estilo es, como escribió Alfonso Reyes, “caprichoso de una cultura que no puede ya responder al orbe circular y cerrado de los antiguos, sino a la curva abierta, al proceso en marcha, al etcétera”. En efecto, se trata de la opción del autor que aparece como el capricho por la libertad y la búsqueda auténtica de creación cultural mediante la fusión de la literatura con textos científicos. Es la tangente que fuga del círculo cerrado del canon estilístico y la apertura trans-género que vuelve literatura a la ciencia y libera al rigor científico gracias al deleite retórico del texto que vibra. Alfonso Reyes se refirió al ensayo como el “centauro de los géneros”, donde habría de todo y cabria de todo. En el caso de Hugo José, su obra es el “centauro de los géneros” por la hybris de lo mejor de su talento literario con lo más alto de su capacidad para investigar y verbalizar la curva científica, sea como sociólogo o como hermeneuta de los procesos sociales y humanos.
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Con el permiso y tolerancia del recipiendario, estimado público, querría en esta oportunidad, referirme al padre de Hugo José, el sociólogo y mártir de la democracia, José Luis Suárez Guzmán. Sin duda, que la influencia del autor de la compilación titulada Los cuatro días de mi eternidad sobre su único hijo varón, Hugo José, como sobre otros miembros de su familia que tengo el honor de conocer; ha sido muy significativa. Estoy seguro de que el recipiendario es sociólogo, titulado con el alto nivel académico de doctor por la Universidad de Lovaina, debido a que su padre también fue doctor en Sociología con estudios en la Universidad de Salamanca, habiendo forjado una preparación académica relevante en varios cursos complementarios en Madrid, Montevideo, Bogotá, México y La Paz.
Pero, como sabemos, aparte de la influencia sobre la elección de vida académica que un intelectual da ha lugar en sus hijos, aparte incluso del deseo de estos de continuar por el mismo sendero de formación profesional de su padre; es más importante el ejemplo de vida política, moral y espiritual. José Luis Suárez Guzmán murió asesinado por la dictadura militar de Luis García Meza, el 15 de enero de 1981. Fue una muestra al país de la esencia criminal del gobierno de facto que el 17 de julio de 1980 protagonizó el golpe de Estado que cercenó la democracia. Antes, el 21 de marzo de 1980, paramilitares argentinos asesinaron a Luis Espinal Camps y el mismo día del golpe de Estado, 16 meses después, a Marcelo Quiroga Santa Cruz. Que el padre de Hugo José haya sido dirigente nacional de un partido de izquierda —el Movimiento de la Izquierda Revolucionaria- sin duda explica las expectativas y las denuncias que su hijo tuvo y escribió, por ejemplo, sobre el principal proceso político de las primeras décadas del siglo XXI y que quedan registradas en su compilación publicada en La Paz en 2020 con el título, El desencanto: 14 años del gobierno de Evo Morales.
El libro muestra la decepción de Hugo José después de descubrirse el descalabro del fraude de 2019 y producidas las manifestaciones pacíficas que evitarían la continuación de la barbarie y el desgobierno. Se trata de cómo el autor forjó ilusiones que en poco menos de un lustro se diluyeron como fantasmagorías colectivas. Son 14 años de gobierno del Movimiento Al Socialismo, tipificados críticamente como un proceso larguísimo que terminó penosa y vergonzosamente. Hugo José se desencantó, definitivamente, de las utopías que había forjado como otro iluso más de la palestra ideológica del momento. Las utopías se disiparon al grado que, con energía y valentía —tan distintas a los cálculos políticos de analistas y generadores de opinión- con sus textos, el intelectual y autor renuente a perder la esperanza; saldó cuentas, en primer lugar, consigo mismo. Focalizó su desilusión, mostró el dolor de su fascinación traicionada y olió la descomposición de un proceso que hoy día, solo el cinismo pútrido y ramplón defiende. De manera descarnada y conmovedora, con pudor, mostró el derrumbe de una construcción ficticia con pies de barro.
El libro es una compilación de artículos, ensayos y textos que el autor publicó en periódicos y en Internet. Cada uno indica la fecha de su publicación; sumándose 70 textos distribuidos en tres momentos que reflejan la bitácora política de Hugo José. Comienza con la “ilusión”, desde 2005 hasta 2011; continúa con lo que denomina “algo huele mal”, de 2017 a 2019, y finaliza con el “descalabro” intenso en octubre y noviembre de 2019. La segunda y tercera parte analizan de qué manera el gobierno del MAS comenzó a mostrar sus garras autoritarias, por qué no se produjeron los cambios que él y un hato de ingenuos esperaban que acontecieran y cómo la mezquindad de los dirigentes condujo a Bolivia al despeñadero hasta que se precipitó la renuncia del presidente.
Cada texto evidencia con calidad literaria y consideraciones plausibles de carácter sociológico, las posiciones políticas limpias y enfáticas de quien creyó candorosamente a inicios del milenio que un indio otorgaría dignidad, democracia y equidad al país. Pero, al final, los espejismos se vaciaron en cuencos sociales y políticos que guiaron al precipicio. El autor hace referencia a la mezquindad, terquedad y obcecación bien practicadas por un indio, que con una insaciable angurria de poder y con una falta absoluta de sensatez y sentido común y democrático, incluso convocó a la violencia
Respecto de la influencia académica de su padre; cabe resaltar que José Luis Suárez Guzmán fue docente de la Carrera de Sociología de la UMSA y de la Universidad Católica de La Paz; habiéndose destacado también por la calidad de las clases que impartía, además de los seminarios y charlas que dio en entidades de formación superior, particularmente, de carácter castrense —sobre esto, es probable que seguía a su padre, el abuelo de Hugo José, el Gral. Hugo Suárez Guzmán que fue Presidente del Tribunal Supremo de Justicia Militar.
Otras influencias paternas, cristalizadas abundantemente en la obra literaria y científica del recipiendario, son las labores profesionales, la publicación de textos intelectuales, la ejecución de investigaciones en clave social y su compromiso por el desarrollo humano. José Luis Suárez realizó varias investigaciones, publicó manuales de texto, efectuó tareas como consultor, cumplió labores directivas en distintas reparticiones del Estado, fue fundador del Semanario Aquí, contribuyó como redactor de varios periódicos de circulación nacional y participó en una cantidad considerable de seminarios, encuentros y otros eventos académicos.
Es comprensible que la pérdida de su padre, casi a los once años de edad, le haya conmocionado profundamente a Hugo José, impactándole de manera indeleble. Es, sin embargo, encomiable que un padre dé ejemplo moral y espiritual a los hijos, mostrándoles su carácter afable, divertido, asertivo y siempre anuente con los demás. José Luis Suárez Guzmán enseñó a sus hijos y mostró a su familia el valor de ver y cantar la vida con optimismo y esperanza, la importancia de mantener una moral inquebrantable y la profundidad de cultivar actitudes auténticas, también espirituales, quedando en el recuerdo, en particular, como una personalidad con un gran legado de valor humano, social y profesional, con compromiso político sincero.
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He señalado al principio de mi alocución que abusaré de la tolerancia del auditorio hablando acerca del primer libro de Hugo José, titulado Laberinto religioso, que fue presentado por mí en 1996. Lo hago porque creo que pese a la madurez intelectual del autor después de más de un cuarto de siglo, acercándose a contar una veintena de libros publicados de evidente calidad literaria y sociológica, se advierte en su caso —como acontece con la mayoría de las primeras obras de autores de talento- los delatan.
Naturalmente, se han advertido algunas variaciones inevitables que descubren que el Dr. Suárez, la persona interesada en la religión, con profundas motivaciones axiológicas y políticas, se decepcionó y deshizo en su alma, varias ilusiones e ideales que le sobrecogían. Tal proceso se motivó en Bolivia y Latinoamérica, frecuentemente, por ejemplo, al descubrirse la realidad oculta y los efectos desastrosos de procesos de supuesto cambio como los vaticinados por el socialismo del siglo XXI. Como otros jóvenes honestos, Hugo José se desencantó de forma inenarrable, descubriendo su ingenuidad. Sin embargo, advierto que varios núcleos de interés existencial dieron lugar a que despliegue su labor literaria y de estudioso de problemáticas concernientes a la sociedad, mostrando la recurrencia de hilos conductores de su vida.
Por eso, aunque Hugo José no cite o haya olvidado incluir a Laberinto religioso en su hoja de vida, es importante en su biografía intelectual. Su primera creación enfatiza desde temprano la necesidad de creer en un ser supremo, de buscar lo divino y de asentar certidumbres, esperanza y fe; devela su propia subjetividad religiosa que me parece no ha variado en lo sustantivo, mostrando tolerancia, pero también crítica, por ejemplo, a las sectas protestantes y a los pastores carismáticos.
Sus resortes políticos y religiosos, impulsaron al joven Hugo José a que escribiera que Néstor Paz Zamora habría tenido una vida santa y mística de mártir, superando a la muerte y resucitando lo sagrado, con fundamento en una dura crítica a los «falsos cristianos”. Idealizó la guerrilla de Teoponte como el camino de salvación, identificándose con Dios con el solo alimento de la oración. Sin embargo, el escritor Suárez también aplaudió la pacificación en Chiapas, abogó por la filosofía y la teología de la liberación que interpelaría a los fieles, rechazando toda forma de adormecimiento. Antes, como ahora, las aspiraciones y proyecciones de los pobres y marginados, por una sociedad mejor, justa y solidaria, tendrían el protagonismo de los mismos actores, sin ser pretexto de discursos infames destinados a engañar a los incautos.
No sería extraño que posiciones como la referida ya no sean sostenidas por el autor, o al menos con la pasión de la juventud. Sin embargo, aún hoy, por ejemplo, la crítica a la lógica eclesio-céntrica de cierta teología, el rechazo a la intolerancia a la disidencia y autonomía de obispos contestatarios y la denuncia del poder de tendencias conservadoras y tradicionales con formas de vida opulentas, descarriadas y autoritarias, siguen siendo contenidos intelectuales dignos de compromiso religioso.
Advierto que sus críticas de antaño y las de hoy muestran su potencial explosivo y creador. Pese a los lugares comunes de la izquierda condenando al liberalismo, la miseria y la exclusión; que Hugo José haya criticado al papamóvil, los ritos en torno a la Guadalupana o respecto de las piedras de Urkupiña; que ahora estudie con rigor sociológico varios fenómenos religiosos en mega-polis, es encomiable. Más, porque los derechos humanos, la defensa de la vida, la lucha por la tierra, la naturaleza y la dignidad; pese a la crisis de la Iglesia católica, constituyen valores que no se demeritan por las perversiones y complicidad de curas y jerarcas; tal y como las traiciones a los ideales de justicia y desarrollo humano no los devalúan por las acciones de politicastros responsables de los peores efectos económicos y ecológicos para sus países.
Hugo José analizó fetichizar la Coca-Cola como un nuevo ídolo. Para él, poseer una botella de curvas voluptuosas e ingerir el líquido negro reforzaría el erotismo comercial idealizando la juventud y la belleza como una ventaja energética capitalista. Que su nombre refiera las adicciones de la sociedad industrial avanzada, estimularía su consumo haciendo del marketing la nueva religión del consumo.
En suma, el Laberinto religioso que presentó su primera obra expresa el galimatías de su propia vida, no solo en lo concerniente a la religión, la política o el pensamiento; sino en lo que respecta a su existencia intensa y auténtica. Con valentía y determinación, fue capaz de salir de la maraña de vivencias en el codo del milenio y en sus primeros años, desentrañando los enredos gracias a sus viajes cosmopolitas, estudios rigurosos, experiencias cotidianas y sui géneris, entre la formación de alto nivel y un estilo talentoso de escritura, presentando lo que lleva dentro, con gran calidad científica y plasmando la narrativa sociológica que anuncia su discurso de ingreso; aunque, tal vez, sería mejor referirse a su obra como una sociología ficcional.
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Finalmente, debo decir algunas palabras sobre quien ocupó como miembro de número, antes del doctor Hugo José Suárez, la silla “E”, mayúscula, de la Academia Boliviana de la Lengua. Fue el abogado, periodista, profesor y escritor cruceño, Pedro Rivero Mercado que falleció a los 84 años de edad a mediados de 2016, siendo director del importante matutino de Santa Cruz de la Sierra, el periódico El deber.
Pedro Rivero trabajó como periodista y dirigió el matutino cruceño durante casi seis décadas, habiendo recibido preseas tan destacadas como el Cóndor de los Andes y el Premio Nacional de Periodismo. Ingresó a la Academia Boliviana de la Lengua cuando contaba 72 años, leyendo un discurso sobre la literatura picaresca de escritores de Santa Cruz. En dicha capital, fundó la Academia Cruceña de Letras. Su obra intelectual incluye cerca de una decena de publicaciones poéticas y media docena de novelas entre las que destacan: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Guardia y Que Dios lo tenga donde no estorbe.
Las preseas y diplomas que le fueron otorgados incluyen medallas, distinciones, condecoraciones y reconocimientos, tanto del Estado boliviano como de organizaciones nacionales e internacionales. Tuvo certificados conferidos por entidades locales de La Paz y Santa Cruz de la Sierra en campos del periodismo, la educación, la cultura, los servicios profesionales como abogado y medallas otorgadas por Brasil y Francia.
En su carrera profesional, se cuenta que fue embajador de Bolivia en Francia, redactor de los periódicos Progreso de Santa Cruz y Presencia y Última Hora de La Paz, cumpliendo además la labor de director de El diario del Oriente. Fue presidente del directorio de la Casa Municipal de Cultura Raúl Otero Reiche y presidente de la Asociación Nacional de la Prensa de Bolivia; fundador, socio y benefactor de varias fundaciones culturales y bibliotecas en la sede de gobierno, en Santa Cruz de la Sierra y en El Alto. A nivel internacional, tuvo varias membresías; asistió a alrededor de una decena de eventos, en especial, relacionados con la comunicación, la integración y la democracia. Se desempeñó como catedrático de la Universidad Gabriel René Moreno, habiendo sido homenajeado como Doctor honoris causa por la Universidad Técnica Privada de Santa Cruz y por la Universidad de Aquino de Bolivia. También cumplió funciones docentes en Secundaria.
En suma, la silla “E”, vacante desde el 13 de junio de 2016, ahora será ocupada por Hugo José Suárez Suárez, augurándole que la honrará plenamente, enorgulleciendo a la Academia Boliviana de la Lengua por su talento como escritor y por su labor académica de calidad con alta graduación como sociólogo. ¡Bienvenido, Hugo José!
[1] Es subdirector y miembro de número de la Academia Boliviana de la Lengua. También miembro correspondiente de la Real Academia Española y miembro de número de la Academia Boliviana de Educación Superior. Docente emérito de la Carrera de Ciencia Política y Gestión Pública en la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la UMSA; y de las carreras de Historia v Filosofía en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Investigador emérito del Instituto de Estudios Bolivianos. Ha publicado 32 libros y escrito 100 artículos para revistas especializadas incluidos textos periodísticos en formato físico y electrónico. Es Philosophical Doctor en Gestión del Desarrollo y Políticas Públicas por la UMSA. Se ha titulado en la Maestría en Gestión de la Investigación Científica y Tecnológica de la UMSS y el CEUB y en la Maestría en Filosofía y Ciencia Política del CIDES. Diplomado en Educación Superior, tiene también el Diplomado Superior en Ciencias Sociales de la FLACSO. Licenciado en Filosofía con estudios de economía. En su carrera profesional ha ocupado importantes funciones directivas en instituciones educativas. Obtuvo varios premios y fue miembro de los comités ejecutivos de la Confederación Universitaria Boliviana y de la Central Obrera Boliviana.